Iguazú: Argentina vs Brasil (1-1)

En Salta agarramos un bus a Puerto Iguazú, porque como es más que sabido, aquí no se puede decir coger, aunque se nos escapa todo el rato (no podía ser otro verbo menos utilizado...?). El bus no estaba nada mal, con asientos cama de esos que te dejan casi tumbado por completo (aunque nunca llegan a ser 180º como los de la clase bussiness de Iberia, sólo a nuestro alcance si te pilla un overbooking) de cuero y películas mediocres todo el rato, así que la disposición para afrontar las 24 horas de viaje sin paradas salvo para subir y bajar pasajeros, en principio era buena, aunque fue inevitable acabar con los pies como botijos, el culo sin forma de culo y un “cuándo llegamos” recurrente.

Pues llegamos en medio de un día lluvioso, cual día lluvioso en una Asturias tropical, empantanada de vegetación selvática y humedad insoportable. Nuestro hostel disponía de piscina, que ante este panorama perecía un tanto inútil, pero por lo visto, la tónica del lugar es calor húmedo acumulándose durante varios días hasta que explota en un día de lluvia estrepitosa y desmesurada. Y ahí llegamos nosotros. Así que al día siguiente, se cumplió el pronóstico e hizo un lindo día de verano, piscina o visita a las cataratas. Y esto último hicimos.

Las opciones para ver las cataratas son dos, desde mi punto de vista, ambas merecedoras de visita. Una es verlas desde dentro, es decir, desde donde están, en Argentina, y empaparte literalmente de ellas. La otra es desde enfrente, desde Brasil, y asombrarte de su magnitud y grandeza. Cuál de las dos es mejor? Pues todo depende de si le preguntas a un Argentino o a un Brasileiro. Indudablemente, ambos te dirán que esta candidata a maravilla natural del mundo les pertenece, y su vista es indudablemente mejor, pero si tuviera que inclinarme por algo, yo diría que ambas se complementan y perderte una de ellas es perderte la mitad de las cataratas.

El primer día nos decantamos por el lado argentino. Decidimos empezar con la visita a la Garganta del Diablo, donde con sus casi 80 metros de caída, se encuentra el salto más alto de los casi 200 que componen el entramado de las cataratas. Después de caminar unos 4 km por un sendero otrora selvático, ahora adaptado a un tren y otros vehículos que lo recorre, y avistar algún lagarto pequeño (o lagartija grande) tortugas acuáticas y hasta un cocodrilo! desembocamos junto con una incesante procesión de iguales, en el famoso salto. En principio fue un tanto decepcionante, quizás por la multitud que impedía apreciarlo con calidad, quizás por unas expectativas un tanto sobrevaloradas. Así que continuamos con los circuitos restantes, el superior y el inferior, en los cuales se pueden ver, sentir y admirar otros cuantos saltos más. Muchos de ellos te salpican con su caída hasta empaparte, otros te refrescan con una suave y agradable brisa, cualquiera de las dos eran agua bendita en un día como aquel...

La parte negativa de llegar después de un día de lluvia, es que el nivel del río Iguazú, llega casi a desbordarse, así que el paso a la Isla San Martín, punto estratégico para ver las cataratas y de paso darte un bañito, queda anegado. Así que esa parte nos la perdimos. Pero lo que no nos perdimos, fue la aventura acuática. Esto le confiere a la parte argentina un toque de genialidad. Aquí es donde te empapas literalmente, ya que te transportan con una lancha a vivirlas desde abajo, justo donde caen, una auténtica ducha de cataratas. Impresiona bastante, porque llega un punto en el que no puedes mirarlas directamente por la cantidad de agua que te cae, y el barco se acerca lo justo para no ser arroyado por el torrente, así que llegas a sentirlas por completo, y el asombro se entremezcla con la risa, es como una atracción de feria natural. Muy, muy divertido.
Así que acabamos el día agotados, contentos y bastante mojados, aunque todavía quedaba calor suficiente para un bañito en el hostal.

La parte Brasileira, en Foz de Iguazú, fue menos emocionante, aunque algún chaparrón también nos llevamos. Eso sí, cuando llegas al primer mirador que te ofrece el sendero, la vista es increíble. Se pueden contemplar multitud de fotogénicos saltos con una visión panorámica casi interminable, que se continúa con el siguiente mirador y así sucesivamente hasta llegar al gran salto (diferente al argentino) que te cala según te acercas a él si te dejas. Casi puedes tocar su hermosura y temer la fiereza de la fuerza de su caída.

En definitiva, otro punto espectacular del viaje, lo mires desde donde lo mires.

Comentarios

Isma ha dicho que…
Para mi hay dos soluciones o ampliamos el diccionario de tacos de la RAE o volveis ya!, vosotros mismos
El Creador ha dicho que…
Paciencia, my friend, que seguro que a medida que avanzamos salen por tu boca improperios que desconoces que existían...
Marcos ha dicho que…
paciencia??? cabronazos!!
no quiero ni pensar cuando el mapa del google no quepa