Soy minero...por un día

La situación, tanto física como metereológica, sólo podía mejorar. O eso pensábamos.
Nuestra llegada a Potosí fue en uno de esos días en los que te levantas y te acuestas lloviendo, así que allí estábamos, resguardados en un portal en la plaza central, bajo un lluvia como no habíamos visto en mucho tiempo, decidiendo el hostal donde nos quedaríamos, con la esperanza de que mientras nos aclarábamos, aclarase también el cielo. Pero fuimos más rápidos que la tormenta, así que, mochila al hombro, emprendimos la carrera hacia algún refugio.
Y lo que encontramos fue precisamente eso, un sitio donde calentarnos, relajarnos, rodeados de otros muchos viajeros, intercambiando impresiones e información de nuestros viajes, y es que Potosí es un cruce de caminos de gente que va y viene de Uyuni, de Chile y de Argentina. Allí pasamos tres días, de los que gran parte del tiempo estábamos hablando con la gente y recuperando la salud, ya que el clima era bastante inestable.
Potosí nos sorprendió. No esperábamos gran cosa ya que mucha gente nos había dicho que, a parte de las minas, no había nada que hacer por allí. Todo lo contrario. Es cierto que las ofertas de ocio no tienen nada que ver con Sucre, o que las ensaladas de frutas no son tan buenas, pero Potosí es una ciudad tranquila, sobre todo en comparación con La Paz y Sucre, con un centro de aire colonial realmente con encanto, un mercado caótico y una vida más normal y cercana, todo coronado por el paisaje que domina el Cerro Rico.
La ciudad, hoy sólo conocida como un destino turístico, llegó a ser de las más grandes y pobladas del mundo, y sin duda la más rica de la corona española, cuando de sus minas de plata se extraía gran parte de la riqueza que alimentaba a Europa, a costa, eso sí, de la explotación de los indígenas y de expoliar completamente la tierra, hasta tal punto que el nombre de la montaña, Cerro Rico, carece hoy totalmente de sentido.
La gran atracción de Potosí es la visita a sus minas, donde por un día puedes convertirte en minero, compartir unas horas con los trabajadores, hacerte unas fotos, e irte a casa a descansar después de un duro día de ocio.
Y mejor no pensar en esas personas que cuando llegas llevan cinco horas trabajando, y cuando te vas todavía estarán cinco más, y así todos los días de su vida, por unos 120 euros al mes, sabiendo que un alto porcentaje tendrá alguna enfermedad respiratoria, con suerte sólo silicosis, por respirar durante años los insoportables gases que emanan de las paredes y el polvo de arena de picar continuamente en busca de algún resto de mineral precioso, que ya casi nunca es plata, y se tendrán que conformar con plomo o estaño. Por lo menos les queda el consuelo de tener cerca a su familia, ya que muchos hijos de mineros empiezan a trabajar en la mina a los doce o trece años.
En esas diminutas galerías, por las que muchas veces tienen que pasar a gatas, con una iluminación precaria, no es de extrañar que su alimento principal sean las hojas de coca, porque os aseguro que no es apto para claustrofóbicos, y que reciban con un enorme gesto de agradecimiento cualquier bebida fría, porque el calor que hace según bajas es realmente infernal.
Al final de la visita es inevitable irte con un enorme nudo en la garganta, mitad por la pena y admiración que sientes por esa gente, mitad por tener un quilo de arena atascado en el gaznate. Por desgracia hemos visto pobreza durante el viaje, pero sin duda Potosí y su mina es el lugar donde hemos aprendido a valorar nuestra vida acomodada, a avergonzarnos por nuestras continuas quejas por absurdas preocupaciones, a apreciar nuestro trabajo a pesar de las largas noches sin dormir y la ingratitud, y a ser generoso con el que de verdad lo necesita, que aquí en Bolivia, lamentablemente, hay muchos. Y que si Antonio Molina de verdad hubiese trabajado en la mina, no creo que tuviese ganas ni voz para cantar con tanta alegría su famosa copla.
Sin embargo, merece mucho la pena venir hasta aquí, porque la gente muestra su lado más amable en las condiciones más duras, no sólo considerarlo un lugar de paso, sino un destino en sí mismo.
Y es que Potosí bien vale un potosí...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué bonito post, chicos!
Me alegra que os haya gustado tanto la ciudad, y que os haya permitido valorar más aún lo que tenemos...Seguid disfrutando y paladeando cada instante.
Un beso enorme,
Beatriz
Isma ha dicho que…
Se rumorea que vuestros pies se mueven a ritmo de tango por San Telmo...
A mi no me la pegais, que habeis salido huyendo de Bolivia como unos cobardes
Vuestro hasta que termine de pudrirme
isma
Eli ha dicho que…
Guapos!!!!!!
Pero qué de historias!!!!
Ésta, un poco triste, por lo que habéis contado y cómo lo habéis contado... Pero así es la realidad!!!!
Mil besitos, y a seguir disfrutando, cabroncetes!
pepe ha dicho que…
¡más tiempo teniais q haber estado en Bolivia! si es cierto como dice Isma (del q no dudo) q estais ya por tierras porteñas, y con ganas de bailar tango, a ver si os acercais una noche a la catedral (Sarmiento 4006). ya me contais.
un beso grande pareja
por cierto, ¿está en en el plan de viaje bucear rodeados de ballenas en península valdés?