Capeando el temporal

Una vez recorrido el oeste y el sur, continuamos el viaje por la isla sur de Nueva Zelanda adentrándonos en el corazón de la isla, hasta llegar al Parque Nacional del Monte Cook, que ya habíamos visto desde el otro lado, desde los glaciares.
El camino parecía prometedor, se suponía que el monte Cook, el más alto de Nueva Zelanda, nos guiaría durante gran parte, con unas vistas de infarto. Sin embargo, tocaba otro de esos días raros, que comienza soleado, y poco a poco se va tornando gris, para acabar en una tremenda tormenta de agua y viento que casi nos obliga a parar y, por supuesto, de las vistas nada de nada. Nos lo tuvimos que imaginar, y así llegamos al hostel donde pasamos la tarde viendo como empezaba a nevar, y a nevar, y no paraba, y durante toda la tarde y la noche no paró de nevar. Ya nos veíamos encerrados en el albergue como cualquier día de reyes de hace unos años en Neila, alrededor de la chimenea esperando que escampe.

Por suerte, aquí el tiempo es algo más impredecible, y a la mañana siguiente amaneció un día increíblemente despejado, que dejaba ver la pedazo de nevada que había caído, y al monte Cook y todos los que le rodean, nevados. Comenzamos una caminata de varias horas por valles nevados, con nieve virgen y un sol de escándalo, hasta llegar a la base del Monte Cook y el lago que hay a sus pies. No hace falta que os diga lo privilegiados que nos sentimos por poder disfrutar de un día y un espectáculo como ese, sin duda unos de los mejores del viaje. Durante el camino de vuelta, ya sin tormenta ni niebla, disfrutamos de unos de los paisajes más bonitos de Nueva Zelanda junto con Glenorchy, hasta llegar al Lago Tekapo (no hacer gracias con el nombre), que se suma a la lista de nuestros lugares preferidos.
Pero si uno nos ha marcado ha sido sin duda el Lago Opuha, descubierto, como los grandes sitios, por casualidad, buscando un lugar para comer apartado de la carretera principal. Aquí se reúnen los lugareños para pasar el fin de semana, plantan sus caravanas y sacan sus barcas para hacer ski acuático o pescar. No encontramos ningún turista, y es que los mejores sitios no suelen aparecer en las guías. Probamos suerte, una vez más, y por fin pescamos una trucha!!
El spinning se trata de engañar a la trucha con un anzuelo con forma de pez haciéndole creer que es otro pez y que intente comérselo. Pues por raro que parezca, funciona. Y funcionó varias veces, las suficientes para darnos una buena cena homenaje a base de truchas! Tanto nos gustó que Sara se dejó el móvil en un banco para que tuviéramos que volver al día siguiente, a pesar de encontrarnos a más de 100 km de distancia. Y alli estaba, intacto. Estas cosas solo pasan en Nueva Zelanda...
Por lo menos volvieron a picar....














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