Buscando a Nemo...

Como no conseguimos encontrar a Nemo en Sydney, decidimos probar suerte en la Gran Barrera de Coral, uno de los lugares más famosos del mundo para el buceo. Llegamos a Cairns de noche, a un albergue donde la media de edad era de 17 y las ganas de irse a la cama por la noche ninguna. Aquí es donde una se da cuenta de que se está haciendo mayor... El lugar llamado Cairns, a unas 3 horas y pico en avión al norte de Sydney (es que Australia es un rato grande..), no deja de ser un centro de atracción turística masiva, del tipo QueensTown en Nueva Zelanda o Sharm el Sheik en el Mar Rojo en cuanto a buceo se refiere. Así que está lleno de sitios de guiris, restaurantes con happy hour, tiendas de souvenirs, hoteles, albergues y por supuestos mil y una excursiones para hacer todo lo que se te pase por la cabeza.
Nosotros como ya teníamos nuestro chollo de última hora, sólo tuvimos que hacer el check in en la agencia... Nuestro barco salía a las seis de la tarde del puerto de Cairns, y navegaría durante cuatro días y cuatro noches por los aguas de Osprey Reef, en el famoso Mar de Coral.

Embarcamos unos 25 buceadores, americanos, ingleses, franceses y algún que otro ruso. Nosotros, como es la tónica últimamente, éramos los únicos españoles. La tripulación de abordo sumaban unos 10 más, contando con los instructores, cocineros, limpiadores y capitán. El director de crucero era un tipo muy agradable que se encargaba de explicarnos todos los días cada inmersión (cada una de las 5 que podíamos hacer al día). El plan era el siguiente. Nos levantábamos a eso de las 7, tomábamos un desayuno ligerito tipo fruta, cereales, café y hacíamos la primera inmersión. Luego vuelta al barco para el desayuno de verdad, de esos de huevos, bacon, tostadas, hash brown y otras muchas americanadas más. Luego un par de inmersiones más con siesta incluida entre medias y el lunch, que tampoco estaba mal, ensaladas, quesos de todo tipo, pescadito, hasta marisco! Y siesta. Poco después la inmersión de la tarde y la nocturna, para abrir el apetito a una cena de chuparse los dedos. En definitiva, no hicimos otra cosa que dormir, comer, bucear, dormir, comer, bucear...

Pero tuvimos regular suerte con el tiempo, y con la luna llena. Ahora nunca nos olvidaremos que es cuando hay luna llena cuando se revoluciona el mar. Y eso fue lo que pasó. Al parecer fueron unas corrientes provenientes de Nueva Zelanda las culpables de que no pudiéramos adentrarnos en el ansiado por todos Osprey Reef, y que tuviéramos que quedarnos a las puertas.
En cualquier caso hicimos inmersiones super chulas. Nos gustaron especialmente las nocturnas, porque los peces grandes se pegaban a la luz de tu linterna y te acompañan todo el camino, aprovechando para cazar todo pececillo despistado que se les pone por delante. Los muy jodíos. El coral es impresionante, y los paisajes que dibujan ahí abajo son únicos. Y sobre todo la comodidad que es bucear desde el barco, sin tener que transportar el equipo cada vez que haces una inmersión. Un lujo.

El último día nos despedimos con una barbacoa riquísima incluida la carne de canguro, deliciosa.
El crucero acabó en la famosa y paradisíaca “Lizard Island”, conocida por los resorts impagables, donde cogimos un miniavión de vuelta a Cairns y a nuestro albergue de quinceañeros, hasta el día siguiente que volveríamos a Sydney para despedirnos de nuestros amigos, recoger nuestras cosas y volar a Indonesia. Nos invitaron a cenar a un indio buenísimo en pleno barrio indio para culmen de su hospitalidad. Y así dejamos nuestro hogar en Sydney, con un sabor en la boca a curry y samosa inolvidable.



Y sí, encontramos a Nemo, y a toda su familia....

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