Por el rito balinés

Dónde lo dejamos? Ibamos de camino a Bali, no?.
Para nuestra sorpresa, el bus que nos llevó desde Probolingo hasta Denpasar, en Bali, era uno de esos semicama bastante cómodo, con cena-buffet incluida, almohada y manta. Manta! En un país tropical. Pronto entenderíamos por qué.
Al entrar al bus, sólo quedaban libres los dos primeros asientos, justo detrás del conductor. Pues bien, pensamos, es el sitio que menos se mueve. Claro, que no contamos con que, si la gente normal conduce como animales, los conductores de autobuses los superan mucho mucho.
Imposible pegar ojo viendo los adelantamientos temerarios, apurando hasta el último centímetro y pensando: aquí, aquí es donde nos la pegamos. Y así toda la noche. Cuando ya casi había cogido el sueño, abría mínimamente un ojo y veía toda mi vida pasar en un segundo, mientras una moto venía de frente dando las largas sin parar y el autobusero, en el último instante, realizaba un giro preciso para meterse entre dos camiones, una bici, tres motos, un burro y un carrito de los helados...
Si ya era difícil conciliar el sueño, tampoco contábamos con la afición que tienen los indonesios a poner el aire acondicionado a tope. Joder! Que acabamos tapados con la manta hasta las orejas, el forro polar, dos pares de calcetines, la braga y el gorro!! No exagero!!
Por increíble que parezca, llegamos a Bali, después de cruzar en un ferry el estrecho que la separa de Java. Unas horitas más y llegamos a Denpasar, la capital.
Bali, como a todos os sonará, es famosa por sus playas, sus fiestas, por ser destino universal de honeymooners (los que se van de luna de miel) y lamentablemente por las bombas que mataron a más de 200 personas hace unos años, al estilo de Atocha.
Con esta presentación, no teníamos grandes expectativas pero, una vez más, parece que sabemos sacar el interés a los lugares más insospechados.
Para empezar, Bali no es musulmana, sino que es hinduista mayoritariamente, lo que le da un punto diferente. La gente se levanta pronto para preparar las ofrendas a sus dioses, dejándolas en las puertas de las casas y negocios, con flores, algo de comida e incienso, realizando curiosos rituales. Los templos no se limitan a los centros de oración, sino que dentro de las propias casas hay pequeños templos que dan una imagen muy característica a los pueblos.
Y lo más importante: Bali no es sólo Kuta. Para los que no lo conozcáis, Kuta es la ciudad responsable de la fama de toda la isla de Bali, y no es ni la milésima parte de toda la superficie!!
Kuta es uno de esos lugares donde se pone en práctica el turismo mal entendido. La mayoría de la gente no se siente atraída por la cultura, gastronomía ni por los indonesios. Sólo les atrae un paraíso de playa por dos duros, manteniendo las comodidades y las costumbres de sus países de origen. Muchísimos son australianos, que desde Darwin no están ni a dos horas, por un puñado de dolares.
Esto se traduce en la mayor densidad de Mc Donald's, KFK, Subway, Irish Pubs y BBQ's de la Tierra. Los locales ya ni se molestan en promocionar su comida, ponen pizzas y hamburguesas y tienen el éxito asegurado. Y si le añades una Happy Hour, eres el Rey!
No hay un centímetro de las calles principales donde no haya una tienda de souvenirs, o de masajes, un bar, disco o restaurante y una casa de cambio.
Desde luego, el paraíso no creo que sea así. Y la cosa no tiene pinta de mejorar, a no ser que venga un diluvio universal, porque ni los tsunamis consiguen acabar con sitios así (pero eso es otra historia...).
Os atrae??? Pues añadidle que las playas no son nada del otro mundo. Muchas en España son bastante superiores. Entonces, os preguntaréis, a qué coj*&%$ viene la gente aquí??? Pues eso mismo nos estamos preguntando todavía...

Ya que estábamos, decidimos darle una oportunidad. No se si es que tenemos una flor en el culo, pero incluso este sitio nos acabó gustando. Encontramos un hotelillo cutre por dos duros muy cerca de la playa, con muy buen ambiente, muy tranquilo, y que tenía al lado un restaurante bueno como pocos. Comida muy casera y riquísima, y encima también barato. Ya os podéis imaginar nuestro plan: desayunar, playa, siesta, comer, playa, cenar,... Algo más hicimos, no os creáis.
A pesar de que la playa no es espectacular, las olas que se forman parecen dibujadas para principiantes del surf. Rectas, largas, suficientemente fuertes para arrastrarte pero no tanto como para revolcarte. Y por qué no probar? Pues eso hicimos, nos cogimos una tabla, nos pusimos la gorra del revés, el bañador de Billabong, las mechas rubias y moviendo las manos a lo Ronaldinho nos lanzamos al mar, a ver que pasaba. Y resulta que es exactamente como pensábamos: IMPOSIBLE!!! También es cierto que intentar aprender poniendo la oreja a lo que decían los monitores a los pupilos que se habían dejado la pasta en contratarles no es fácil. Pero algo conseguimos. Tragamos más agua que una merluza, y acabamos con más arena en nuestro interior que un berberecho, pero lo pasamos como enanos, incluso al final ya nos poníamos de pie unos segundos. Las agujetas del día siguiente atestiguan que este deporte es de todo menos suave...

Otro día pillamos una moto (sí, no aprendemos), y acabamos igual que en Yogyakarta. Luego nos enteramos de que en Bali, si te sales un poco del centro turístico, la policía tiene a bien parar a los turistas. Que donde está el carnet internacional (ni siquiera te piden el español para alquilarla!!), que te has saltado un Stop (que sólo ven ellos, claro), que si no te funciona una luz (casualmente cuando lo pruebas ya ha vuelto a funcionar), que si ibas a 45 km/h cuando el límite es 40 (lo calculan a ojímetro, por supuesto), con el único objetivo de sacarte los cuartos. Generalmente unas 100000 rupias son suficientes (unos 7 euros). Suerte tuvimos que no nos tocó, porque seguro que acabábamos en la comisaría, con el bañador y las aletas....
Conclusión: muchos lugares increíbles hay en el mundo como para venir hasta Bali sólo para pasar unos días en Kuta. Incluso en la misma isla hay sitios mejores, ya os contaré.

De aquí, con mucha pena por dejar nuestro restaurante MINI, su sate ayam y su banana pancake, nos dirigimos hacia la siguiente isla, Lombok. Nuestro objetivo era llegar hasta las islas Gili, un paraíso de calma para desetresarnos. La idea de trepar hasta el cráter de otro volcán no pudo ser, ya que este sí que estaba muy activo, y había entrado en erupción un par de meses antes y todavía escupía lava y cenizas...
Lombok es otro de los cientos de archipiélagos de Indonesia y, aquí, volvemos a cambiar de religión: musulmanes estrictos.
Para llegar a las islas Gili, como no puede ser de otra forma, tuvimos que coger cinco medios de transporte y echar todo el día. De las tres islas Gili, elegimos Gili Air. Por qué? Pues porque era la primera que nos dijeron. Es la más grande, la más cercana, y está a medio camino entre la calma de Gili Meno y las fiestas de mochileros de Gili Trawajan. Todo un acierto.
Las islas Gili son muy pequeñas, donde no hay coches ni siquiera motos, el único ruido que perturba la calma es el de los carros tirados por burros que hacen las veces de taxis y la música de Bob Marley que sale de los chiringuitos.
El carácter de sus habitantes es totalmente diferente al resto de los indonesios. Se lleva mucho el rollo rastafari, el “easy man...” y el “si lo puedo hacer mañana, mejor”. No hay policía, sólo un consejo formado por los más viejos de la isla que deciden sobre las pocas cosas interesantes que pasan.
Así que pronto nos contagiamos del ambiente, y nos acoplamos en un bungalow en la playa, para pasar los días haciendo menos que poco, y alguna inmersión bastante interesante. El plan inicial de visitar las tres islas desapareció rápido al ver lo bien que estábamos en Gili Air.

Después de unos días de tranquilidad, volvimos a Bali, pero ya no pasamos por Kuta, sino que nos quedamos en Ubud, algo más al norte, y conocida por ser centro cultural de la isla y de gran parte de Indonesia. Encontramos una habitación en casa de una familia que, como es costumbre, tiene su pequeño templo en el patio, en el que hacen sus ofrendas diarias. Las calles de Ubud están llenas de talleres de pintura, centros de danza y, como no, bares y restaurantes y los campos de arroz rodean la ciudad por los cuatro costados.
La primera visita fue al Monkey Forest, donde cientos de monos campan libremente por los templos, alguno de ellos parcialmente devorado por la vegetación (los templos, no los monos...), formando un paisaje muy curioso, como en El Templo Madito.
Otro día lo dedicamos a pasear entre los arrozales, donde los campesinos pasan su vida encorvados plantando y recolectando mientras los guiris no paramos de hacerles fotos. Uno se para a pensar qué pasará por la mente de esa gente, que ha visto cómo han cambiado las cosas en su país en tan poco tiempo.
Sin duda, como ya dije antes, Bali es mucho más que Kuta... por suerte!




















Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Amore, ya sé que la comida está muy buena pero... yo me comería a esos niños! Qué ricos! Quiero la foto del que lleva el pañuelo en la cabeza para ampliarla! Es preciosa! La Ruti residente en Canarias