En las lomas del Monte del Destino

Todo comenzó con un madrugón a las seis de la mañana y un frío helador como hacía tiempo no recordábamos. Enfundados en nuestras mejores ropas de montaña, poco a poco fuimos formando el grupo para comenzar esta aventura: la compañía del moquillo. A las siete de la mañana ya estaba preparado nuestro transporte: un autobús para llevarnos a todos, un autobús para controlarnos y en la estepa, abandonarnos.

Así llegamos al Parque Nacional Tongariro, encontrándonos en medio de un paisaje lunar, rodeados de montañas negras y volcanes humeantes. Comenzamos a caminar a través de la llanura desértica de Mangatepopo para llegar después de un par de horas hasta los pies del volcán Ngauruhoe, donde se nos planteó la primera duda: seguir hacia delante como el resto de borregos o, por el contrario, atacar las laderas del volcán hasta coronar su cima, centenares de metros por encima de nuestras cabezas. La tentación de seguir por el camino fácil era fuerte, y nuestra voluntad débil, pero finalmente tomamos una de las mejores decisiones del viaje: siempre hacia arriba!

Cual Frodo y Sam, algo más altos y sin tantos pelos en los pies, emprendimos la escalada por las laderas empinadas, sin poder seguir un camino claro y abriéndonos paso entre rocas volcánicas, retrocediendo un metro por cada tres que avanzábamos. A nuestro viaje se nos unió nuestro Gollum particular (con perdón...), Anne, una francesa que nos acompañaría gran parte del camino, y que sería prácticamente la única persona que viésemos durante el resto del día.

Durante las interminables horas de subida, el calor, el sudor y el ahogo nos hicieron replantearnos más de una vez nuestro objetivo y, cada vez que mirábamos hacia arriba, la cima parecía estar más lejos. Pero no podíamos rendirnos, no ahora, no estando tan cerca.
Por fin, con más sufrimiento del esperado y deseado, llegamos a nuestro destino, simplemente para contemplar uno de los paisajes más impresionantes e impactantes que hemos podido ver en nuestras vidas. Desde lo alto del cráter del volcán, con una panorámica de 360 grados, nos faltaban ojos para poder abarcar todo a la vez y no perdernos ni un detalle del espectáculo. No tiene sentido intentar explicarlo con palabras, mejor que lo comprobéis por vosotros mismos.



Después de descansar un buen rato, y sin ningún anillo que echar a las llamas, emprendimos el camino de bajada, casi tan complicado como el de subida, debido a la inmensa cantidad de restos de rocas y arena, que nos obligó a deslizarnos por la pendiente emulando nuestros días gloriosos de esquí.




Con los diez dedos y las dos manos intactas llegamos otra vez al camino. Todavía nos quedaban muchas horas por delante, y menos para coger el bus que nos tenía que llevar de regreso. En un momento dado nos dimos cuenta: Imposible, no podremos hacer 12 km en hora y media!!
Corriendo a través del valle, como si nos estuviesen azotando con un látigo, pasamos por los lugares más asombrosos que hayamos visto, cráteres rojos expulsando humos amarillos, lagunas de azufre, azules, verdes, vapores que se nos metían hasta el alveolo terminal, descampados negros cubiertos por una fina capa de neblina blanca y, al otro lado de las montañas, nos sumergimos en una mar de nubes que apenas dejaban ver el camino, hasta llegar, sin parar de correr, a la espesura del bosque, donde pudimos recuperar el aliento unos segundos, rodeados sólo del canto de algunos pájaros. Pero no teníamos tiempo para recrearnos, así que continuamos más deprisa todavía por el bosque, ya no sabíamos donde poníamos los pies, movíamos las piernas por inercia y, por fin, con algo de retraso, llegamos al lugar donde nos esperaba el autobús, y otros 20 pasajeros con cara de pocos amigos. Diez minutos en sus organizadas vidas al parecer les suponía un gran trastorno. Si supiesen lo que se habían perdido, seguro estarían más de diez minutos tirándose de los pelos.
Nosotros, sentados en el bus todavía recuperando el aliento, nos mirábamos de esa manera que transmite que hoy has vivido algo muy especial, al alcance de pocos, y “que da más gozo si sé que se lo han perdido otros”...

Comentarios

Isma ha dicho que…
Tenemos botas nuevas??
El Creador ha dicho que…
Ya no. También han sucumbido a las inclemencias metereológicas. Y al moho que les salió después de una semana guardadas mojadas...
Eli ha dicho que…
Alucinando, estoy....