El principio del fin

Al tiempo que dejábamos Phi Phi, se cumplían siete meses y medio desde que iniciamos nuestro viaje. Madre mía!! más de siete meses. Como pasa el tiempo... y llegó el momento de pensar que hacíamos con nuestra vida. Esto de viajar puede parecer muy idílico, pero estar día tras día de un lado para otro, haciendo y deshaciendo la mochila, buscando un sitio para pasar la noche, hacerte a un nuevo idioma, unas nuevas costumbres, una nueva moneda... Cansa. No todo transcurre como en unas típicas vacaciones de un mes. Después de todas las cosas increíbles que hemos visto y experimentado y que hemos compartido con otras personas y entre nosotros, estábamos perdiendo un poco la ilusión. Aquello que se suponía tenía que sorprendernos y ser único, se transformaba en: ah! otro más... y no queríamos ver, hacer y sentir cosas sólo para tacharlo en nuestra agenda de cosas pendientes.
Tienes momentos buenos y menos buenos y, por desgracia, algunos malos (lo que pasa es que intentamos transmitiros sólo los buenos, para que no os preocupéis...) y, al cabo de los meses, se empiezan a echar de menos cosas que quedaron en España, incluso a la familia!! Tampoco ayudan mucho algunos correos y llamadas telefónicas, que hacen que deseemos teletransportarnos para estar con vosotros. Hasta ahora ese sentimiento era muy fugaz, y rápidamente decíamos: ni de coña vuelvo!!. Pero cada vez es más fuerte, y no deja de rondarnos la cabeza...
Así que, con mucha pena y mucha indecisión, tomamos una determinación: dejar Laos y Camboya para otra ocasión (vaya pareado, no?). Países como estos deben ser vistos con las pilas bien cargadas y las ilusiones renovadas.
Pero no penséis que íbamos a volver tan rápido ni que estaríamos llorando todo el tiempo. Ya que nos habíamos quitado el peso del futuro, decidimos relajarnos totalmente y agotar la visa de Tailandia. Como no queríamos ver más templos, culturas, hacer trekkings ni nada parecido, nos entregamos al puro hedonismo, a estar tirados en la playa sin ninguna preocupación!!! Y, por suerte, este país está lleno de algunas de las mejores playas del mundo.
Desde Phi Phi, después de una noche sin pena ni gloria en Krabi, cruzamos la estrecha tira de tierra al sur que separa el mar de Andaman al oeste y el golfo de Tailandia al este, para desembarcar en Koh Samui, la primera de las “Kohs” que íbamos a visitar.

Koh Samui es la isla más grande de las tres, y la más desgastada por el turismo, por desgracia también por el turismo sexual. Nos instalamos, como de costumbre, en un bungalow en la playa y pasamos unos días de playa en playa, buscando esos sitios de comida que tantos buenos ratos nos han hecho pasar, esos puestos de zumos de frutas de formas y colores desconocidas en España, y esos stands de banana pancake que nos han ayudado a echar por tierra nuestra fina figura...
Nos encontramos otra vez por casualidad con Maya y Andrew, que estaban haciendo el camino inverso desde Bangkok, así que intercambiamos información y nos despedimos hasta que nos volvamos a cruzar de coña en algún punto de Asia o, seguro, en London.

La siguiente parada, Koh Phangan, es famosa fundamentalmente por la “full moon party”, lo que viene a ser la fiesta de la luna llena donde, una vez al mes, se reúnen en la playa miles de personas para celebrar la plenitud del astro y, en gran comunión, abandonarse a la música y la diversión. En palabras más llanas, diez mil borrachos saltan como posesos al ritmo de la “rave”, hasta el culo de Red Bull y donde las pastillas y otras drogas circulan más rápido que Alonso detrás de Hamilton.
La excusa está servida y, vayas cuando vayas, encontrarás la “half moon party”, la “black moon party” o la “me endrogo porque me apetece party”.
Nosotros fuimos cuando ninguno de estos eventos tenía lugar, además nos quedamos en la otra punta de la isla, para descubrir que es la más tranquila de las tres y, posiblemente, la más bonita. En algunas cosas nos recordaba a nuestras islas de la Polinesia: cocoteros, caminos desiertos, poco ruido, mucho verde, e infinidad de playas diferentes realmente paradisíacas. Claro, que tampoco se libra de los resorts de turno, de los tailandeses pesaos queriéndote vender de todo ni de los puestos de Thai Massage a pie de playa.

Próxima estación... Koh Tao. La última de las islas, la más pequeña y en la que más tiempo íbamos a estar... Sin embargo, la primera impresión no fue nada buena. Desde el puerto, elegimos la zona sur, porque se suponía que sería más tranquila, y la playa más bonita. Cuando llegamos allí, la playa no era más que un lodazal apestoso gracias a una marea bajísima que hacía imposible siquiera meterte hasta la cintura, y mucho menos nadar. Con las mismas nos dimos la vuelta y probamos suerte en la zona norte del oeste, más saturada de centros de buceo, bares y restaurantes. Paseo para arriba, paseo para abajo, nos recorrimos la playa siete veces y, cada vez que mirábamos un sitio, mochila al hombro todavía, menos nos gustaba. “En menudo sitio nos hemos ido a meter”, pensábamos, con lo a gusto que estábamos en Koh Phangan... Poco a poco se hacía de noche, y no dábamos con ese sitio perfecto que teníamos en mente. Después de varias horas de un lado para otro, decidimos quedarnos esa noche en cualquiera, para proseguir nuestra búsqueda al día siguiente.
Y es que nuestro objetivo era claro: buceo. Y no sólo sumergirnos a ver qué hay en el fondo, sino a dar un paso más en el mundillo, a sacarnos el Rescue Diver!! Lo que viene a ser un curso de rescate y estrés, que sirve en teoría para ser capaz de atender a aquellos buceadores que se encuentren en problemas y administrarles primeros auxilios hasta que un médico (anda! nosotros también) se coma el marrón...
Y la oferta es tan apabullante en Koh Tao, que hasta te regalan el alojamiento! Al final encontramos lo que queríamos y, después de mucho regateo, sacamos un pedazo de bungalow a escasos 10 metros del agua, cinco noches gratis y 2000 Baths de descuento cada uno en el curso!!! Además, como somos unos cutres, lo pillamos con ventilador en vez de con aire acondicionado. Claro, que no contaban con nuestra astucia y encontramos en los cimientos del bungalow, en un cuadro eléctrico, el interruptor del aire acondicionado, así que estuvimos bien fresquitos 5 noches por la cara!! Sí, así somos los españoles...
El curso no tuvo desperdicio: Greg, nuestro instructor inglés, que se moría todas las mañanas por un buen té; Gavin, su ayudante escocés y nuestro “rescatado” particular, al que hacíamos todo tipo de perrerías, y nosotros dos solos. Y luego el jefe, irlandés. Parecía el juego de los acentos.
A pesar de lo bien que pinta, salimos de allí un poco hartos, no de la gente del centro de buceo, que se portaron muy bien y se esforzaron porque no se nos hiciera difícil el curso en inglés, sino por los tailandeses encargados de los bungalows. Es el problema de casi todos los tailandeses que tienen relación directa con el turismo, nos consideran dinero fácil, y ni siquiera se esfuerzan por ser agradables, saben que si no eres tú, otro vendrá detrás de ti. Lo único que les interesa es hacer negocio y que les pagues cuanto antes. Y como en Tailandia hay tantísimo turismo, lo tienen asegurado. Lo llaman “el país de las sonrisas”, pero después de haber visto lo que hay por el mundo, sus sonrisas son más falsas que las lágrimas de cocodrilo.
En el otro extremo está la gente que se deja los cuernos con sus puestos de frutas, verduras, vendiendo minucias por la calle, cargados como mulas asando maíz a cuarenta grados en la playa, matándose por sacar unos baths para dar de comer a su familia, y que siempre te saludan con una sonrisa auténtica, se acercan sólo para tocarte, intentan comunicarse contigo con las tres palabras que saben en inglés, y si no les compras nada, te despiden con la misma sonrisa y te dicen, “quizás mañana?”. Ojala no acaben pervertidos por la panda de buitres que está echando a perder este país.
Pero Koh Tao nos reservaba una gran sorpresa. Como un buen truco que se saca de la chistera, apareció El Brujo, de los pocos instructores españoles en la isla, y el único capaz de hacerte sentir como si estuvieses en Cabo de Palos buceando en el Bajo de Fuera. A los cinco minutos de conocernos, ya nos había invitado a su casa a tomar algo. Cuando decidimos hacer alguna inmersión en la zona, no tuvimos dudas: vamos con El Brujo!
Y no nos decepcionó! Mérito suyo fue hacer que la inmersión en Chumphon fuera una de las mejores en mucho tiempo, los tres solos (algo excepcional para Koh Tao), alucinando con la cantidad de vida del lugar, llevándonos donde pocos van, bien guiada desde el principio hasta el final. Y que final... esto ya no fue cosa del Brujo, sino del pedazo de tiburón ballena que apareció ante nosotros, como queriendo poner el broche de oro a la inmersión. Para el que no lo sepa, el tiburón ballena es el pez más grande de los mares, llegando a medir hasta 18 metros. Pero no os asustéis, no tiene dientes, sólo come plancton y tiene una cara de bueno... Posiblemente el animal más bonito que hayamos visto nunca, en el mar y en la tierra. Uno de los grandes objetivos de todo buceador.
Y para terminar de rematarlo, en la segunda inmersión vino hasta la superficie justo cuando nos tiramos al agua, incluso nos tuvimos que apartar un poco para dejarle paso...
Un final perfecto para un día perfecto.
Todo esto hizo que poco a poco fuéramos alargando nuestra estancia en Koh Tao, descartando ir a otros sitios de Tailandia. Nuestro plan, agotar los días aquí y reservar un par para Bangkok.
La cosa se puso fácil, gracias a Sergi, Niko y Leandro, otros tres instructores que conocía el Brujo, y que habían llegado hacía poco para trabajar e instalarse en la isla.
Entre todos conseguimos crear un pedazo del “estado” en la distancia. Por fin poder reír, hablar, contar chistes (sí sí, Sara pudo contar su batería de chistes que siempre tiene preparada...a otra persona que no fuera yo...) y tomar cervecitas...en español!!! Que ya era hora, que uno se cansa de hablar todo el día en inglés.
Cuando llegó el momento, con mucha pena, empaquetamos nuestras cosas y pusimos rumbo al norte.
Pero no os preocupéis: Brujo, Sergi, Niko, Leandro, os llevamos en la mochila...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Atención, pregunta: ¿que son esos montoncitos de piedras que aparecen en la arena, en la foto en la que Sara está con un pareo amarillo?
Besitos:
La Jose
Anónimo ha dicho que…
A que parecen cagadillas? Pues es arena sin mas..Cuando baja la marea, los cangrejos/bichillos subterraneos empiezan a escupir arena a la superficie y se queda asi,tipo chorizillo. Yo por si acaso los esquivaba...

La Sari.
Anónimo ha dicho que…
Snif! Esto es como cuando te quedan pocas páginas de un libro que te ha tenido enganchada y que no te gustaría dejar de leer. Besos grandes (Sarini, qué guapa estás jodía). Ruth (Ou-Sa-Lan).
Anónimo ha dicho que…
Pues yo me alegro de que os apetezca volver...¿algo de bueno tendremos los que quedamos por estas latitudes para justificar esa apetencia,¿no?...En fin!!
Que yo lo sigo flipando día a día con vosotros...lo del tiburón ballena ha sido la gota que ha colmado el vaso....os esperaremos con los brazos abiertos...que nosotros también quermos escuchar tus chistes en español....
Besos

Marilui
Eli ha dicho que…
Marilui,no te conozco, pero me ha sorprendido tu peticion.... Tú estás segura de que quieres oir los chistes de Sara en español???? Jejeje
Eli
El Creador ha dicho que…
No te preocupes Eli, MariaLuisa ha colaborado activamente en engordar la lista de chistes infames de Sara...