Estos chinos están locos...

Atrás quedaron los banana pancakes, los mango shakes, las playitas, el padthai, la paz de las islas...
Aterrizamos en otro mundo: Hong Kong.

Posiblemente la ciudad con más rascacielos del mundo, donde el edificio más bajo tiene 20 plantas, y la densidad de población en el centro debe de ser de las más altas del planeta. Esto sí que es la jungla. Calles abarrotadas de gente de un lado para otro, miles de centros comerciales todos llenos donde los Hongkoneses compran compulsivamente todo tipo de aparatos electrónicos y ropa, millones de letreros luminosos cuelgan de las fachadas de los edificios, creando una imagen de postal, y lo más curioso, cientos de miles de aparatos de aire acondicionado en todas las casas, que gotean en las aceras formando pequeños charquitos que indican que no hay que pasar por ahí, todo aderezado con los olores de las cosas rarísimas que comen, alguno de ellos desprendiendo un aroma a entresijos y gallinejas que echa para atrás. Señoras en un minicubículo vendiendo aparatos para hacer empanadillas, gente en las esquinas con miles de sandalias a precio de ganga que se las quitan de las manos, zumos o batidos de colores extraños con unas bolitas sospechosas en el fondo, edificios hasta la bandera de tiendas de móviles... y lo mejor, salgas cuando salgas, siempre encontrarás un millón de chinos por todos los lados. Esto sí que es caos y masificación!!!
Y como el espacio es algo que se cotiza por las nubes, los sitios para dormir no iban a ser menos. Muchos de ellos están en un mismo edificio, plantas y plantas llenas de hostels y hoteles, casi todos ratoneras con habitaciones de 2x2 y baño de 1x1, si es que tiene baño! Y a precio casi español!
Después de mirar una docena, a cada cual peor, dimos con uno decente donde pasar los días que íbamos a estar por aquí.
La ciudad (o “provincia especial”) no tiene mucho más que rascacielos y tiendas, y aún así impresiona. No creo que hayamos estado en una ciudad con un ritmo tan frenético. Y, sin embargo, a poco más de media hora en metro, se entra en una zona montañosa y verde que termina en el mar, una escapada perfecta para pasar el día y olvidarse por un segundo del calorón de la ciudad, esta vez sin piscina salvadora.

Nuestra actividad se reducía prácticamente a pasear, comer y comprar, aprovechando los últimos recovecos libres de las mochilas intentando no pasarnos del límite de peso. Y es que Hong Kong triunfa mucho más que Singapur en el tema compras. A parte de las falsificaciones de turno y de los mercadillos para guiris, en las tiendas “normales” y oficiales los precios están realmente baratos, con cosas de mucha calidad, así que nos cargamos de todo aquello que pensamos que nos serviría en nuestra vuelta a occidente.
Una de las cosas más impresionantes de la ciudad es pillar un funicular en Hong Kong Island que te lleva hasta lo alto de una montañita, desde donde puedes alucinar con las vistas de los miles de reascacielos que se ven en el horizonte, o irte en metro hasta las afueras, para contemplar uno de los Budas más grandes del mundo, en medio de paisajes montañosos.
Y poco más, Hong Kong se ha convertido en una buena sorpresa en el viaje, aunque no es una ciudad para quedarse a vivir, desde luego, y mucho menos con lo que viene a continuación…

Comentarios

Darío ha dicho que…
Buenas Fernando. Soy Darío, estuve rotando en el servicio el verano en que erais R1. Qué tal todo? Me han pasado la dirección de la página y me parece una pasada. Vaya afortunados! Poca gente en el mundo entero puede hacer lo que habeis hecho vosotros!Se merece escribir un libro. En breve voy a China. He estado previamente en Beijing y en la muralla (Mutianyu). La idea es ir a Shanghai y no sé qué más en 17 días en noviembre...alguna recomendación? Saludos. Darío
El Creador ha dicho que…
Hombre Darío!! Qué tal todo? Ya terminaste? Shanghai merece unos días, Xian (los guerreros y la ciudad) y Yangshuo para perderte en bici por los arrozales...
El mundo es taaaan grande...