Buceando en el Maasai Mara (parte II)

Un nuevo día. Nos desperezamos a las seis de la mañana con los cantos de decenas de pajarillos tras comprobar lo bien que se duerme en una tienda con tal mal aspecto exterior, seguramente ayudado por esas colchonetas hinchables que decidimos comprar a última hora y que han resultado ser todo un acierto. Unos estiramientos, abro los ojos y... ahí está!, mirándonos fijamente... no ha sido una pesadilla...

Una tormenta de imágenes inunda mi retina: masai, mecánico, junta de la trócola, cachuli, bomba de gasolina, otro masai, fusible...
Todo fue real!!
Y ahí lo tenemos, el Rav4, aparcadito al lado de la tienda, como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera estado a punto de dejarnos tirados a las primeras de cambio, mirándonos con esos faros llenos de barro como lagrimones (de cocodrilo, eso sí), pidiendo una segunda oportunidad...
No somos rencorosos.... no somos rencorosos... lo repito tres veces más, cuento hasta diez y nos montamos de nuevo.
Busco en mi bolsillo, saco la llave, la mano me tiembla como cuando en esas guardias de fin de semana vas a coger el papelito del sorteo y rezas para que no salga obser-cero... contacto, giro... pof pof bruuuuuummmmm!!!!!! Me seco el sudor frío de la frente y respiro hondo.
A mi lado, el masai que nos acompañará todo el día sonríe y levanta el pulgar en señal de aprobación. Pues allá vamos otra vez!!!
Hoy el plan es sencillo: pasaremos todo el día en el parque en compañía de un guía masai que supuestamente nos enseñará todas esas cosas que hemos venido a ver sin riesgo de acabar perdidos en alguna cuneta y con la seguridad de, por una vez, salir del parque a nuestra hora y sin incidencias...
El Maasai Mara es una reserva natural que se prolonga hacia el sur, en Tanzania,  convirtiéndose en el Serengeti. En realidad forman una reserva sola, ya que no hay límites físicos entre sí ni en los bordes exteriores,  por lo que los animales se mueven libremente entre Kenia y Tanzania y dentro y fuera de la reserva, y algún ataque de un depredador a poblados cercanos ha habido, aunque no es habitual. A pesar de ser una pequeñísima parte de toda la reserva, el Maasai Mara es enorme, así que apostamos casi todo lo que teníamos a la habilidad de nuestro guía para localizar a los bichos.
Comenzamos fuerte. Siguiendo a los globos que sobrevuelan la sabana al amanecer por un módico precio (ejem...), localizamos a una manada de leonas con varios cachorros merodeando alrededor de un hipopótamo fallecido por causas desconocidas y que, por el olor que desprendía,  ya no resultaba atractivo a los felinos (ni a nosotros!!). Tras pasearse unos minutos alrededor del coche desaparecieron entre la maleza sin ni siquiera girar la cabeza para despedirse.




El masai nos llevaba por todo tipo de caminos que se conocía como la palma de su mano y, aunque la mayoría de animales eran los mismos que habíamos visto el día anterior,  la cantidad sí que era considerablemente mayor. Cebras,  gacelas,  jabalíes,  avestruces, impalas y ñus se ven casi sin querer, lo que equivaldría a los sargos, espetones, pargos, meros o morenas del Mediterráneo.
Jirafas, leones y elefantes también son fáciles de ver, aunque en menor número,  como las águilas marinas o los peces luna.






Siguiendo dirección oeste nos cruzábamos con más y más animales, sobre todo enormes manadas de ñus que se desplazaban a paso cansino en dirección sureste como una procesión interminable. Y es que esta es la época de la Gran Migración!! Y tan grande!!!
En pocas palabras, según sea época seca o de lluvias y la abundancia o escasez de alimento, los ñus (también otros, pero estos son millones!!!)  realizan una migración circular en sentido de las agujas del reloj desde la planicie sureste del Serengeti primero hacia el oeste,  después hacia el norte con un primer paso del río Mara en Tanzania, luego más hacia el norte entrando en Kenia y haciendo otro cruce del río Mara (ahora ya en Kenia) para dirigirse al este y nuevamente ir bajando a Tanzania.
Sí!  Habéis leído bien!! Ñu-río-cruce!!!
Ese era nuestro objetivo!!!
Seguir hacia el oeste hasta el río Mara y apostarnos tras unos matorrales para ver si, con suerte, podíamos ver algún ñu atravesarlo y, ya puestos, algún cocodrilo esperándolo en la orilla.... Por pedir...
Pero esto es como ir a ver mantas a una estación de limpieza en Maldivas: si están las ves, pero si no están,  ya puedes estar una hora de inmersión que lo más probable es que no aparezcan...
Desde lo alto de un pequeño monte,  con el río al fondo a lo lejos, seguíamos viendo el peregrinaje de miles de ñus en las praderas de la sabana, como Aragorn divisando los ejércitos de Mordor de camino al Abismo de Helm...
Bajamos por la ladera y varios kilómetros después llegamos a la orilla del río. Aguas en calma, no hay movimiento, sólo una docena de hipopótamos apiñados en el barro como si se hubieran caído de un quinto piso y un cocodrilo infiltrado... Bueno, qué esperabais?
Enfrente, en la otra orilla, entre la vegetación, fijándonos bien, nos damos cuenta de que hay algún ñu pastando. Un momento... aquí hay más que "algún" ñu... poco a poco nuestro ojos se hacen al paisaje, y ya somos capaces de distinguir cientos de ñus comiendo, paseando, resoplando, cada vez más juntos, algunos se empujan entre sí,  se levanta algo de polvo..... Espera... No tendremos esa coña, no?
Pues sí....
Como en las avalanchas en los conciertos, los primeros ñus que caen al río no saben por donde les vienen los empujones, pero eso poco importa ya. Una vez en el agua sus vidas dependen de lo rápido que puedan cruzar esos pocos metros que les separan de los ricos pastos de la orilla este del Mara. Cientos de animales en estampida obligan a los que están delante a lanzarse al río,  y a su vez son empujados por varios cientos más que vienen por detrás, muchos se lanzan directamente desde lo alto como huyendo de un barco que se hunde. Entre los gruñidos, los saltos, el chapoteo en el agua, el polvo levantado en tierra, las avalanchas y la angustia reflejada en sus ojos vivimos una experiencia muy difícil de describir, que pone los pelos de punta, y que te encoge un poco el corazón...
Al otro lado, aquellos que consiguen cruzar (por suerte la mayoría) se alejan agotados con paso lento adentrándose en la sabana,  no sin antes tener que sortear otro obstáculo: dos leones hambrientos que no están dispuestos a quedarse sin una presa fácil nada más poner las patas en tierra firme...


En la escena final de la batalla, los restos de algunos ñus que no consiguieron su objetivo flotan río abajo mientras los leones se han asegurado dormir hoy con el estómago lleno a costa de un ejemplar joven y agotado...
Tras unos minutos para reponernos, y continuando por la orilla del río hacia el norte, no puedo evitar comparar lo que hemos visto con otra de las mejores experiencias que hemos tenido con animales: Tumakohua, el paso sur del atolón de Fakarava, en la Polinesia Francesa, donde centenares de tiburones grises desfilaron delante de nosotros formando una pared de escualos como nunca hemos visto. Claro, que en este caso eran ellos los depredadores....
Muchas emociones!! Y no es ni mediodía!! Tras una parada para comer en un sitio algo elevado y despejado para ver desde lejos si viene algún animal a probar el bocadillo, proseguimos nuestro camino volviendo hacia el este por otra parte de la reserva, con la intención de ver leopardos y guepardos.
Estos son un poco más escurridizos y, aunque son territoriales y se mueven por zonas concretas, no tuvimos la suerte de verlos.
En las horas que estuvimos camino arriba camino abajo buscando, nos dimos cuenta de que aquí no todo son paisajes idílicos (Marchamalo tiene más vegetación), también hay Bajo de Testa(fao), Bajo de la Morra(lla), por seguir con el símil submarino, y que buscar un guepardo sin éxito es lo más parecido a hacer tres inmersiones intentando encontrar al tiburón ballena....un coñazo!!!


Ya cansados de las emociones y de todo el día en el coche, decidimos volver al campamento siguiendo las indicaciones del mejor GPS del mundo: nuestro masai!!!
Del tirón a la puerta, por caminos de verdad, llegamos a la caseta de los rangers en hora, bajamos la ventanilla y, con una sonrisilla de medio lado les decimos: "Jambo!". Aprietan los dientes, se muerden la lengua y nos dejan pasar sin poder echarnos una bronca en días!! Mi primo Luis estará orgulloso de nosotros.
Ritual de fin de día: ducha, cena y relax oyendo animales hasta que caemos rendidos en la cama....

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Tu primo Luís da su aprobación a esta entrada del blog.