Me estoy jugando la vida!!!

Cuatro es un número mágico. Cuatro eran los misterios del Rey Salomón,  cuatro los jinetes del Apocalipsis,  cuatro los secretos de la esfinge, y también cuatro eran las tortugas ninja y los Trotamúsicos, que ya nos iluminaban con su son:"cuatro tipos, locos los cuatro, y a Bremen vamos con esta canción...". Nosotros no íbamos a Bremen, sino al corazón de Uganda y, ahora que habíamos abandonado a nuestro quinto elemento,  ser cuatro estaba lleno de ventajas.
No tener que aguantarnos Sara y yo todo el rato,  poder jugar al mus sin parecer anormales y poder abaratar un poco el presupuesto. Así que tiramos la casa por la ventana y decidimos que sería buena idea recorrer el país a lomos de un 4x4 con un conductor ugandés que, a parte de conducir, nos serviría de guía.
En el parking subterráneo de un centro comercial de los suburbios de Kampala, lejos de miradas indiscretas, procedimos al intercambio de vehículos como si de contrabando de armas se tratara y ahí conocimos a otro "personaje" que sumar a la lista: Dan.
Poco diré de él. En las antípodas de Innocent, haría de (buen) conductor, (mal) guía y (peor) compañero de viaje.


Ese mismo día, ya atardeciendo, emprendimos el viaje hacia nuestro primer destino. Con noche cerrada nos alojamos en un hotel en medio de la nada, totalmente vacío,  donde se entretuvieron haciendo moñerías con la hija de la encargada mientras llegaba una cena que parecía que la hubieran encargado al mismísimo Ferrán Adriá... por lo que tardó,  no porque el arroz con vaca y patatas fuera merecedor de alguna estrella Michelín...


La noche pasó silenciosa y tranquila sólo interrumpida por un alarido desgarrador de Roci al encontrar en la habitacion-cito textualmente-"una cucaracha como una mano de grande!!" (hay pruebas fotográficas que lo desmienten...)
A la mañana siguiente recorrimos los pocos kilómetros que quedaban hasta Ziwa, famosa por ser el hogar de los únicos rinocerontes blancos salvajes en Uganda, protegidos en lo que llaman Santuario, y cuyo último fin es su reintroducción en los diferentes parques del país para que, por lo menos,  cada parque tenga un rinoceronte. Mucho queda todavía para eso porque, a día de hoy, apenas hay unos 20...
Y lo mejor es que, para poder verlos en todo su esplendor y sin hacer ruido, lo haríamos a pie!! Sí!! Habéis oído bien: buscar rinocerontes blancos a pie!!
Para esto necesitaríamos la colaboración imprescindible de un personaje que seguro algunos echabais de menos: el ranger armado hasta los dientes!!! Los rinos no son como monetes, así que si podemos tener a unos cuantos rangers a nuestro alrededor con sus fusiles preparados mejor que mejor. Y nada de chanclas, por si hay que salir corriendo...


Tras una pequeña charla con las normas básicas para no morir embestidos por un rinoceronte y un pequeño trayecto en el 4x4, comenzamos la búsqueda!! A los pocos minutos de caminar nos topamos con una pareja de hembras descansando en medio de un prado... impresionantes.


Sigilosamente nos vamos acercando hasta que el ranger estira el brazo y marca el límite de distancia. Por suerte no nos hacen mucho caso y siguen a lo suyo.  Seguimos caminando y, tumbadas cerca de unos arbustos, una madre y su cría de apenas unos meses descansan apaciblemente. La madre protege a su retoño intentando ocultarlo con su cuerpo, y éste se acomoda sobre su parte trasera. Momento verdaderamente idílico sólo interrumpido por una prolongada y sonorísima ventosidad proveniente de la madre que deja a la cría con los ojos vueltos del revés y el pelo "patrás"...!!! Qué bonita es la naturaleza...


En otro lado, las dos hembras anteriores se han desperezado y nos las volvemos a encontrar comiendo... ahora sí que se ven enormes!! Nos miran, pero hoy no será el día en que los rangers tengan que poner a prueba su puntería...


Una experiencia única,  sin duda. Tener a esos animales tan grandes, tan cerca y tan desprotegidos (nosotros, claro) es algo difícil de explicar...
Como colofón,  Dan empezaría a dar muestras de lo personaje que llegaría a ser al quedarse atascado con el 4x4 en un charquito en un camino llano.
Tuvo que venir otro todoterreno a sacarnos.... Y no han empezado los caminos malos...


De ahí al siguiente destino: Murchinson Falls.
Los trayectos en coche nos permitían disfrutar del paisaje de Uganda. Un manto impenetrable verde y montañoso sólo partido por caminos de arena rojiza que hacían un contraste precioso. La posibilidad de parar cuando quisiéramos nos dio la oportunidad de comprobar lo especial que es la gente. Fuera de los sitios turísticos se asombran de ver a los guiris, eres la sensación del pueblo, y los niños se parten de la risa y se te acercan para tocarte y abrazarte. Y todo con una sonrisa. Sin duda una de las mejores cosas de Uganda, un país marcado por una historia reciente muy oscura de la que parece que se están recuperando.
También las muchas horas de viaje nos servían para ponernos al día y conocernos mejor, horas de conversación que echamos muchísimo de menos...
Según nos alejábamos de los poblaciones y estábamos más cerca de los parques, nos íbamos dando cuenta de que ésto no es Kenia o Tanzania. Aquí es bastante frecuente ver elefantes a los lados de las carreteras comiendo de los árboles cercanos, búfalos dándose un chapuzón en una charca a escasos metros o hipopótamos compartiendo el agua donde los aldeanos van a lavar la ropa...


Y hablando de elefantes... de camino al alojamiento que habíamos elegido cerca del parque de Murchinson Falls (unas cabañas a orillas del rio en una ubicación preciosa), Dan nos informa de que esa es una ruta por la que pasan los elefantes para ir desde el parque al rio a beber, sobre todo por las tardes. Nos miramos pensando que se estaba haciendo el interesante y tirándose un farol,  así que no le dimos mucha bola.
Fuimos a cenar al pueblo y, ya de noche, regresamos a las cabañas. Por el estrecho camino rodeado de vegetación, en medio de la oscuridad, me parece ver un bulto negro por el rabillo del ojo,  pero nadie dice nada, así que asumo que habrá sido mi imaginación. Unos metros más adelante veo otro bulto. Y no sólo yo! Ya no hay duda!! Son elefantes!! Y no uno ni dos... al menos diez elefantes en medio del camino en medio de la noche! Algo que no debió gustarle mucho a Dan, que entró en pánico dando acelerones brutales de motor para intentar asustarlos y gritando: "no vuelvo a conducir de noche!!! Me estoy jugando la vida!!!" Nosotros nos mirábamos y no sabíamos si empezar a rezar o a reírnos por su reacción,  que sólo le faltó hacer pucheros...
Una eternidad estuvimos allí acelerón va acelerón viene hasta que pudimos pasar....
Lo más gracioso es que Dan no dormía en el mismo sitio que nosotros y tenía que volver a pasar por allí una vez nos dejara en nuestro hotel... A la mañana siguiente nos enteramos de que estuvo dos horas metido en el coche esperando a que se fueran los elefantes.... Épico...
Con el susto todavía en el cuerpo nos fuimos a la cama, otra noche de esas en medio de la nada con el ruido de las ranas,  los gekkos y otros animalillos, una paz sólo interrumpida por otro grito desgarrador que avisaba de la presencia de un roedor en una cabaña que no era la de Sara y mía....
Al día siguiente, ya sin elefantes en el camino, nos adentramos en el parque de Murchinson Falls, una sabana plana que contrasta con el resto del paisaje que habíamos visto hasta ahora. Realmente nos sorprendió bastante por la cantidad de animales que había. Eso sí,  poco depredador. Y es que como no introduzcan unos cuantos leones o leopardos, en veinte años van a tener un serio problema de sobrepoblación de herbívoros...


Después un paseito en barco por el Nilo Victoria hasta las cataratas de Murchinson, viendo como los elefantes, jirafas y búfalos se acercan al rio a beber y como los cocodrilos esperan pacientemente por si alguno pica.


Hasta que, en un momento dado, comienza a caer una tromba de agua combinada con unas fuertes rachas de viento huracanado que nos dejó calados de arriba abajo y obligó a atracar el barquito en la orilla, sin poder ver nada más allá de la cortina de agua que nos estaba cayendo encima. Serán estas las cataratas???


Un laaargo rato después por fin amainó y pudimos llegar hasta la base de las cataratas que, aunque un poco lejos, resultaban impresionantes.


El camino de vuelta lo pasamos intentando recuperar el calor perdido con el chaparrón y rezando para que no hubiera más elefantes en la carretera. Eso sí,  esa noche cenamos en el hotel, que no queríamos que el personaje volviera a "jugarse la vida"....
Otra noche de cielo estrellado y ruidos de animales, no humanos, para reponernos de un largo día, y pensando que lo mejor todavía está por venir....

Comentarios

Sara ha dicho que…
Dedicado a Octavio, el goleador de la familia, tus deseos son órdenes! Ahí va esa entrada!
Octavio ha dicho que…
Jajajaja 👏👏👏
Gracias! Un beso para los 2.
Rocio ha dicho que…
Estar rodeado de elefantes salvajes en la oscuridad en medio de un camino al ladito del Nilo... da bastante sustito, eh?
Sois los mejores compañeros de viaje!!
Féliz Navidad donde quiera que estéis