Un buen waterhole te arregla el día

Dejamos atrás Botswana y su naturaleza en estado salvaje para cruzar a Namibia por el oeste de la franja de Caprivi, una extraña prolongación al este hacia el río Zambezi que los alemanes consiguieron para tener acceso a sus aguas engañando a saber a quién.
La entrada a Namibia es el cruce de frontera más peculiar que hayamos hecho jamás. Todavía en Botswana, un elefante nos saludaba desde detrás de la valla del lado namibio y, tras unos trámites muy relajados (éramos los únicos que pasábamos por ahí), entramos directamente en el parque nacional de Mahango, por lo que hicimos un pequeño safari por la patilla...

Desde ahí hicimos la primera parada en un camping a orillas del río Okavango, cerca de Divundu. Bueno, en realidad no era sólo un camping. Y es que en Namibia tienen la buena costumbre de dedicar un espacio en los hoteles, lodges o resorts a zona de acampada con área para hacer fuego, por lo que puedes plantar la tienda y disfrutar de las comodidades que ofrece el lugar (sí, sobre todo las pisicinas!!) por unos pocos eurillos.
Así que allí  nos asentamos, alejados de la poca gente que había en el resto del hotel, a un par de metros del río, donde se bañaban tranquilamente los hipopótamos y merodeaba algún cocodrilo, disfrutando de unos de los atardeceres más bonitos que hemos contemplado.





Pero tranquilos, no vimos nada por las noches, y es que ya no teníamos el potente foco gallego, sólo unos pequeños frontales que no iluminaban más allá de tres metros. Así que, ojos que no ven...





Desde el primer día en Namibia (y a ratos en Botswana) llevamos un tipo de vida que por aquí llaman "self-catering", es decir, tú te lo guisas, tú te lo comes. Pero para entenderlo un poco mejor, volvamos un tiempo atrás....
Sabiendo que dormir en camping y cocinar nosotros mismos era lo más barato y, a veces, la única opción en muchos sitios, convertimos nuestro pequeño Picanto en una despensa rodante. Con apenas espacio en el maletero para las mochilas, habilitamos los asientos de atrás  (y después también los de delante, y la guantera, y el salpicadero...) para ubicar el menaje y la comida que comprábamos: platos, vasos, cubiertos, abrelatas, un wok, jabón, almohadas para la tienda, etc... Pasta, arroz, cous cous, latas, pan, leche, huevos, etc... Todo no demasiado perecedero porque, a diferencia de los enormes  4x4, no teníamos ni una triste neverita para conservar la comida. Además, de vez en cuando hay controles por la carretera, sobre todo en los cambios de algunas provincias, donde no te dejan pasar alimentos frescos, fundamentalmente carne, fruta y huevos, como ya nos pasó en Botswana el único día que decidimos comprar unos chuletones para darnos un homenaje después de penar por los parques.... El homenaje se lo dieron los polis del control! Aaaarrrgggg!!!
Si a este inventario le añadimos algo de leña, ya estábamos listos para continuar la aventura!!! 
Desde Divundu continuamos por el oeste de Caprivi recorriendo el norte del país,  muy cerca de la frontera con Angola, hasta Rundu. Toda esta zona está regada por el río Okavango, por lo que es muy verde y muy fértil, algo que choca cuando uno piensa en Namibia, que se la imagina más desértica. También es la zona más poblada, y la más negra, con multitud de pequeñas aldeas con mucho movimiento de gente de muy distintas etnias.
Poco a poco nos íbamos más al interior y ya el paisaje se hacía más árido y algo más despoblado. Tras paso por Grootfontein y parada en un  súper resort con piscina olímpica más concurrida que el Parque Sindical, como bien se aprecia en las fotos (y zona de acampada, por supuesto) en Tsumeb, llegamos al que era nuestro primer gran objetivo en Namibia: Etosha!


Etosha es el parque natural más importante de Namibia y, según dicen, uno de los parques de África donde más fácil es ver animales.
Básicamente es un secarral a orillas de un gigantesco e impresionante salar donde apenas llueve unos días al año y en escasa cantidad, así que los animales se concentran en los waterholes o charcas, en su mayoría artificiales y que hacen que realmente sea fácil verlos. Basta con encontrar un buen waterhole y esperar a que empiece la función. Porque en el resto del parque lo único que se ve es a los animales que van o vienen de beber, y durante kilómetros no hay nada interesante.





Y es que un buen waterhole te salva el día. 
Entramos en Etosha por la puerta grande, con varias jirafas bebiendo en una charca con esa postura tan graciosa que tienen flexionando las patillas para poder llegar al agua mientras dos leones macho las acechaban, primero algo lejos, luego más cerca, más cerca,... hasta que las jirafas se dan cuenta y se alejan,  teniendo que confirmarse los felinos con unos tragos de agua. Otra vez será! 




Poco más adelante tres leonas tampoco tendrán suerte con unos impalas. Al menos nos pasaron a un metro del coche!
Pasamos los días recorriendo los diferentes waterholes. Por momentos es imposible contar la cantidad de animales que se juntan en un espacio reducido: orix, cebras, impalas, kudus, ñus, jirafas, gacelas, elefantes, cientos de pájaros,  todos juntos,  unos van, otros vienen, impresionante!!


Y las noches.... Ay! las noches! Y es que los campings que están dentro del parque tienen su propio waterhole!!!
Y eso sí que es un espectáculo! Nos faltaban las palomitas.
En Halali una pequeña valla separa la charca de una zona con algunas gradas donde poder observar sigilosamente la actividad animal y, al anochecer,  unos focos permiten seguir disfrutando de la función toda la noche. Una noche sólo vimos rinocerontes negros. Siete, eso sí.  Primero un macho solotario. Después otro macho y una madre con su cría. Más tarde una pelea entre dos machos por ver quien se ligaba a una hembra. El vencedor y la dama se dieron un baño en la charca y desaparecieron entre la vegetación....
Otra noche, aparte de más rinocerontes negros y alguna hiena, nos vino a visitar una familia de unos veinte elefantes que se dieron un festín de agua. Machos enormes, otros jóvenes,  hembras y alguna cría fueron desfilando a escasos metros de nosotros. Noche perfecta. 




Y Okaukuejo? Lo del waterhole de este camping no tiene nombre. A cualquier hora del día pasan continuamente animales para beber y miles de pequeños pajarillos forman bandadas que se mueven perfectamente coordinados, como bancos de sardinas en el mar, separados de los espectadores por unas cuantas filas de piedras y una mínima valla.
Uno se pregunta si no será mejor quedarse sentado todo el día a esperar, en vez de pegarse la paliza de conducir por todo el parque...
Al atardecer una leona con sus tres crías se acercó en varias ocasiones a la orilla, mientras en otro lado un rinoceronte negro bebía rápidamente porque un elefante no le miraba con cara de buenos amigos.
Y por la noche, más rinocerontes negros y otra familia de otros veinte elefantes a darse una merecida ducha y a hidratarse bien.
La última mañana, bien prontito, nos asomamos al waterhole a despedirnos de un rino que se iba alejando y algún elefante madrugador, para terminar nuestros días en Etosha, contentos por todo lo que habíamos visto, y porque nuestro coche había superado la primera prueba de conducir por carreteras de grava y, a pesar del contínuo traqueteo, por el momento se mantenía íntegro. 
Pero esto no había hecho más que empezar....








Comentarios

Rocio ha dicho que…
Quiero ir....En qué waterhole quedamos?