Jinetes de altura

Giro radical. Cambiamos los paisajes sudafricanos a nivel del mar por las montañas del país con el punto más bajo más alto del mundo....
Claro, no?
¿Y qué país tiene la cota más baja a más de 1400 metros sobre el nivel del mar?


La entrada en Lesotho puso a prueba desde el principio la resistencia de nuestro Polo, a través de una "carretera" de grava y piedras que parecía no acabar nunca y por la que se podía ir como máximo a 30 km/h.
Esas primeras horas nos pondrían sobreaviso de lo que serían nuestros días por el país. Si bien el resto de carreteras sí estaban asfaltadas, la velocidad a la que podíamos circular era similar a la pista de grava ya que, si algo tiene Lesotho, son carreteras de montaña que serpentean arriba y abajo, muy arriba y muy abajo, sin posibilidad de pasar de tercera y con alta probabilidad de pillarnos un colocón por el mareo.
Un país curioso. Rodeado completamente por Sudáfrica es el único país del mundo encajonado dentro de otro (si no contamos los microestados de San Marino y El Vaticano), su orografía hizo que nunca fuera conquistado, manteniendo toda su esencia africana, donde el caballo es el medio de transporte más habitual y la gente se protege del intenso frío de las alturas con mantas que reflejan su estatus social o su estado civil, costumbre posiblemente heredada de los regalos que hicieron los británicos a la realeza en el siglo XIX. Saludan amablemente cuando te cruzas con ellos y no pierden la oportunidad de practicar un poco de inglés. Apenas hay poblaciones grandes, mires para donde mires sólo hay enormes montañas verdes salpicadas con pequeñas aldeas y se respira paz y tranquilidad por todo el país.






El único inconveniente es que las distancias se hacen muy largas por tanta curva y tanta cuesta, que hacen que conducir se parezca a una etapa reina del Tour de Francia a su paso por el Tourmalet!! Y los kilómetros acumulados de tanto tiempo por África con coche empiezan a hacer estragos.
En Semonkong conocimos a Michael y Dina, un matrimonio de sudafricanos muy majo, él más de la rama británica, ella de la afrikaans aunque renegaba un poco. Otro punto de vista de la compleja sociedad sudafricana.
Con ellos pasamos una de las noches más frías que recuerdo, ni siquiera los copazos y la cerveza evitaron que pasara media noche tiritando y la otra media buscando más ropa que ponerme encima...
Y eso que se supone que es verano! Ahora entiendo lo de las mantas...
Lesotho es un país para patearlo. Hay cientos de posibilidades para hacer rutas de montaña, desde suaves caminatas por valles hasta coronar cumbres de más de tres mil metros. Merece la pena perderse en sus aldeas y caminos aunque sólo sea por unas horas.



La relatividad de las distancias hizo que más de un vez nos quedáramos a mitad de camino de nuestro destino, como nos ocurrió en Mohale, donde llegamos agotados y desesperados de tanto conducir sin encontrar ningún sitio para dormir. Por suerte dimos con una buena señora que consiguió que nos dejaran quedarnos en una de las casas donde viven los trabajadores de una presa. Y no cualquier casa: tres habitaciones, dos baños, salón,  cocina, garaje y una pequeña parcelita con una barbacoa... Enterita para nosotros solos!!!
Eternamente agradecidos a esa mujer de gran corazón que, con toda generosidad, nos ayudó en ese momento duro, con caída de lagrimilla incluída.




Seguíamos por el país montaña arriba y montaña abajo, curva viene, curva va, y así llegamos a Katse, a orillas de una gigantesca presa, con la intención de plantar la tienda en el camping, pero el recuerdo de la gélida noche y una tremenda tormenta nos obligó a meternos de estrangis en una especie de barracón abandonado donde tiramos los colchones, con la suerte de que la calefacción funcionaba perfectamente,  y pasamos la noche a cubierto y muy calentitos...
A pesar del cansancio y lo pesado que se hace conducir por estas carrereras, nos llevamos un gran recuerdo de Lesotho, un destino al que no nos importaría volver, pero con más calma y algo más preparados para las frías noches...



Después de varios días atravesamos completamente el país saliendo por el norte nuevamente hacia Sudáfrica hasta Clarens, un pequeño pueblecito muy mono en el que pasamos un par de días decidiendo si nos íbamos ya de Sudáfrica o si aprovechábamos la última oportunidad de ver animales, posiblemente en lo que quede de viaje.


Y es que el parque Kruger es mucho parque!! Cómo cambian las cosas con el paso del tiempo. Lo que antes de empezar este viaje era uno de los grandes objetivos, ahora corría el riesgo de convertirse en "un parque más". Aún así decidimos darle una oportunidad, y no nos defraudó!!
Gracias a los consejos de Ángel y Miriam, los catalanes que conocimos en Botswana, nos quedamos en el camping Skukuza, todo un acierto. 
El Kruger es un parque gigantesco, así que nos centramos en la parte sur para los dos días que decidimos pasar aquí, confiando en que, con nuestra experiencia en estos meses, fuera tiempo suficiente para ver grandes bichos.
Como aprendimos en Etosha, un buen waterhole te arregla el día, y aquí no iba a ser menos. Del tirón fuimos al primero que localizamos, donde nos esperaban unos búfalos,  alguna jirafa,  varias cebras, un elefante y las estrellas de la función: tres rinocerontes blancos bebiendo y tumbados a remojo.



Pero siempre hay que vigilar todos los lugares,  y el cuarto rinoceronte que entró en escena por el ángulo muerto del retrovisor casi nos mata del susto!!!!


Contando un par de leones que divisamos acechando a unas gacelas sin éxito, en unas pocas horas ya habíamos visto cuatro de los Big 5. El Kruger no se nos estaba dando nada mal!
A última hora de la tarde completamos el repóker cuando, por un camino solitario, se nos cruzó una figura delgada y veloz... "Eso era un leopardo???" Pasó tan rápido que no nos dio tiempo a verlo bien pero, por suerte, se quedó tumbado al otro lado del camino, pudiendo disfrutar de su compañía en soledad durante un buen rato. Se acercaba la hora de recogerse y no queríamos quedarnos fuera del camping, así que nos fuimos poco después de que el leopardo desapareciera entre la maleza. Que aquí los rangers no son tan amistosos como los de Kenia...


Al día siguiente más de lo mismo: elefantes, jirafas, antílopes, algún rino.... y otra sorpresa... Un precioso leopardo a la sombra de unos matorrales a dos metros del camino. Esperando con paciencia, después de un buen rato tumbado, pasó por delante de nosotros y se sentó al borde del camino al lado de mi ventanilla. Tan cerca que estoy seguro de que pudiera haberlo acariciado si hubiera estirado la mano. Pero me gusta conservar todas mis extremidades así que, por precaución, preferí subir la ventanilla...


El Kruger siguió regalándonos animales y más animales, como si supiera que iban a ser los últimos que veríamos en todo el viaje...
Incluida una familia numerosa de monetes muy graciosos que no paraban de enredar con la tienda.



Un muy buen sabor de boca para despedirnos de Sudáfrica y de nuestro coche, porque allí mismo lo dejamos y cogimos un autobús hasta nuestro siguiente destino...


Comentarios

UNA HIJA DE DIOS PADRE ha dicho que…
Que recuerdos tan bonitos vais a guardar...para siempre....
UNA HIJA DE DIOS PADRE ha dicho que…
Cuantas emociones habréis disfrutado en vuestro viaje. Valientes que sois. Tia Lucy
febacoll ha dicho que…
Sois más confiados que nadie !!!!! Lo que nos cuesta imaginar las aventuras tan maravillosas que estáis viviendo. Efectivamente tendréis meses y años para recordar y poder contar tantas
cosas.
Rocio ha dicho que…
¿Y Sara no convenció a Fer para hacer una ruta ecuestre? Jeje...