Al otro lado del Índico

Buenooo!! Por fín! Ya estamos fuera de Mozambique!
Al final unos problemillas burocráticos nos tuvieron retenidos más tiempo del que nos hubiera gustado en este maravilloso país, pero no hay nada que unos billetes no puedan resolver...



En este tiempo hemos volado mentalmente a nuestra casa,  imaginando que compartíamos buenos momentos con los amigos y familia, viendo pelis de terror en Valencia con tapones en los oídos para amortiguar los gritos, podando setos en Tejedo, celebrando cumpleaños en Villasinta desafiando la tormenta, compartiendo noches con Juanjo, comiendo en peruanos con mis padres, o pollos y costillas con diferentes salsas marrones con amigos, viendo nevar con la familia de Sara en León, visitando a Octavio y familia, inaugurando la casa de Nere con los Medicuchos, sufriendo con la Champions en casa de Juan, visitando al Isma en el Moe o rememorando tiempos pasados en conciertos de Sobrinus.... Parecía todo tan real...
Pero la vida del viajero es dura (...) y toca reanudar el viaje donde lo dejamos.
Como decíamos ayer.... estábamos ya un poco cansados después de seis meses en África y decidimos dar un enfoque diferente a esta aventura, buscando climas tropicales y comida de la buena. Así que empaquetamos bien las mochilas y nos montamos en un avión destino a.... Tailandia!!!
Sí, amigos, Tailandia es un país que, por muchos motivos, nos trae muy buenos recuerdos  (el Brujo, el ballena, las "Similian",...) y la idea de pasar unos días en Bangkok nos atraía bastante.
Casi una semana comiendo Pad Tai, green curry, red curry, yellow curry, todo tipo de comidas sabrosas en puestos callejeros, fruta fresca, bebiendo zumos de todos los colores y echando a perder nuestra figura con los banana pancakes!! Por fin nos pudimos resarcir de las penurias culinarias que pasamos por momentos en África!





Mercadillos callejeros, Rambuttri, Khao San, Chao Phraya, masajes rompe-espaldas, street english teacher improvisado, todo lo que os podáis imaginar que os venga a la mente como "lujo asiático", aderezado con esas hordas de guiris quemados por el sol con camisetas de tirantes de Shinga y gafas de sol incluso de noche que parece que se quedaron en la época de La Playa de Di Caprio...





En realidad Bangkok no era más que una excusa para aclimatarnos sin mucho trauma a nuestro destino asiático principal.... India!!!
Y es que, aunque parezca mentira, ninguno de los dos habiamos pisado antes este enorme país. Durante años lo teníamos en el punto de mira, pero algo nos echaba para atrás siempre. Todo el mundo dice que India es un país muy duro, que hay que ir muy mentalizado, que o la odias o la amas, o las dos cosas a la vez, que la suciedad, el ruido y la pobreza puede hacer estragos hasta en el más avezado de los viajeros. Así que no es de extrañar que lo fuéramos dejando, igual que yo iba retrasando la visita a África. Pero, visto lo visto, creo que en este momento vital estábamos preparados para lo que pudiera venir...
La cosa comenzó bien: en el aeropuerto donde cogimos el vuelo destino a Jaipur conocimos a Santi, al que echamos una mano con un ligero exceso de equipaje. Un tipo genial, viajero desde no hace mucho pero que nos podría dar lecciones a todos. No sólo de viajar, sino también de disfrutar de la vida creándose el mismo sus oportunidades, aprovechando lo mucho o lo poco que tenga en cada momento, viendo siempre el lado positivo de las cosas, transmitiendo mucha paz y siempre con una sonrisa amable.
Con él llegamos a las dos de la madrugada a Jaipur, sin tener mucha idea de donde pasar la noche tras un pequeño problema con nuestra reserva de hotel. Así que, los tres y una extraña pareja de un Hare Krishna alemán y una japonesa "ciudadana del mundo" (una flipada, vamos...) nos montamos en un taxi recorriendo de noche las calles de esa ciudad desconocida mientras la chica nos amenizaba el trayecto cantando y tocando una especie de acordeón rústico que nos dejó totalmente descolocados.
Y así llegamos a un hotel de mala muerte a saber en que rincón infecto de Jaipur y en el que nos quedamos los tres en una habitación por no andar buscando más a las horas que eran. Gracias a Santi el trago fue bastante llevadero y, a la mañana siguiente nos levantamos prontito para salir de allí escopetados, no sin antes tener el primer contacto con una de las características de los indios: el poco respeto a la intimidad y al espacio personal cuando, recién levantados,  entraron dos trabajadores del hotel en la habitación sin llamar, hablando entre ellos y haciendo gestos como si tuvieran que arreglar algo del baño. Un minuto después se fueron tal y como llegaron, sin mediar palabra con nosotros, que nos mirábamos anonadados pensando: "qué ha pasado aquí?". Menos mal que no estábamos usando el baño o en bolas...
Tras el desayuno nos despedimos de Santi, que estaría poco en Jaipur para marchar a Pushkar a hacer unas compras. "Seguramente nos veamos por ahí" nos dijo. Y ojalá sea verdad, porque es un tipo que realmente merecería la pena conocer un poco más.
La primera toma de contacto con Jaipur de día no decepcionó: tráfico,  caos, coches y motos pitando a todo lo que se mueve, tuk tuks cochambrosos, mujeres con vestidos de mil colores, hombres con turbantes y mostachos enormes, miles de puestos minúsculos donde se agolpaba la gente para comprar extrañas comidas que no pasarían ni las normativas más laxas de higiene occidentales, cientos de tiendas donde se venden los más inverosímiles artilugios y porquería,  sí,  mucha porquería pero, por desgracia, no mucha más de la que hayamos visto en otros sitios.




Cuando parecía que nuestros sentidos no podían percibir más estímulos, ni nuestros cuellos retorcerse más para no perdernos ninguna escena, nos damos cuenta de que, a parte, de toda esa fauna hay una fauna de verdad!! Primero aparece una vaca, luego otra, cuando se apartan aparece un mono por detrás,  intentando huir del mono nos topamos con un camello tirando de un carro y, cuando parece que la cosa no puede ir a más,  un elefante aparece de la nada por medio de la carretera... Un elefante!!! Y todo esto en medio de un tráfico infernal y miles de personas caminando de un lado para otro con una sinfonía de claxons de fondo que hacía que se nos salieran los ojos de las órbitas y nos cayera la mandíbula casi hasta el suelo (casi, para no tocar ese suelo lleno de plásticos y excrementos de vaca...).
Contado así igual no resulta muy atractivo, pero os aseguramos que pasamos unos días flipando con todo lo que pasaba a nuestro alrededor!!!


En Jaipur nos dedicamos a caminar mucho, visitando los bazares de joyas y telas, el Palacio Real, el Hawa Mahal, el fuerte Amber, un enorme palacio-fortaleza impresionante en lo alto de una colina, comiendo todo lo que se nos ponía a tiro (todo buenísimo!), incluso tuvimos tiempo de ir a uno de los cines más famosos de India, el Raj Mandir.
















Uno esperaba ir a ver la típica película de Bollywood, de argumento simple: chico conoce chica, la familia de la chica no lo aprueba, chico pierde chica y, al final, chico recupera chica, todo amenizado con una trama policíaca y adornado con varios números musicales muy coloridos con coreografías surrealistas... Nada más lejos de la realidad... La peli tenía más diálogo que El Padrino, todo en hindi y sin subtítulos!! Aún así la disfrutamos mucho y conseguimos enterarnos de casi todo. Muy recomendable. Si tenéis oportunidad, vedla: Padman, basada en una historia real.
De Jaipur fuimos en bus hasta Pushkar, famosa por ser destino de gran cantidad de místicos hippies de mercadillo, que van a comprar todo tipo de artículos para después venderlos en Ibiza diez veces más caros. Y, por supuesto, si no llevas rastas y un hulahoop no eres nadie...
Nada más bajar del autobús nos cruzamos por casualidad con Santi, que nos llevó hasta un hotelillo con piscina en el que nos quedamos todo el tiempo que estuvimos en esa ciudad. Pushkar es un pequeño pueblo ubicado en la orilla de un lago rodeado de gaths, unas escalinatas que terminan en "piscinas" artificiales donde los locales realizan ceremonias y baños purificadores, todo un espectáculo ver como decenas de personas hacen sus rituales mientras los turistas los observamos desde la distancia con el mayor respeto posible.













Y, aunque está todo muy orientado hacia el guiri,  con tiendas de ropa y souvenires, disfrutamos mucho de los paseos por sus callejuelas, de sus ceremonias y de la compañía de Santi, una de los grandes personajes que nos hemos encontrado a lo largo de nuestros viajes y del que guardamos un recuerdo muy especial. Que vaya todo muy bien con esa pedazo de furgoneta por los pueblos de España!!!
De ahí llegamos a Bundi, una pequeña ciudad con mucho encanto, menos explotada que Pushkar, con un fuerte colgando de la montaña al estilo de Minas Tirith.



Poco estuvimos allí,  ya que las circunstancias nos obligaron a abandonar apresuradamente Rajastán y redirigir nuestra brújula hacia más al norte, pero siempre nos quedará Quintanar... 

Comentarios