El aarti de frío

Huyendo del calor asfixiante que asola Rajastán en esta época  (hasta 47 grados en Jaipur o Jaisalmer) llegamos a Dehli, no sin antes disfrutar de dos autobuses locales nocturnos, atestados de gente, a cada cual peor...

En uno de ellos un señorín de unos 70 años y cincuenta kilos como mucho, se acurrucaba contra la ventanilla para hacernos hueco en el asiento, mientras yo aposentaba mi trasero a medias entre el asiento y la mochila apoyada en el suelo. En el cambio de autobús volvimos a vivir una situación similar a la que casi nos separa en una parada de bus en Tanzania, pero esta vez con los protagonistas cambiados. No se me ocurrió otra cosa que ir al baño durante la espera,  sin tener en cuenta que los indios tardan una eternidad en el aseo, y que no hacen más que colarse sin que te des cuenta. Así que, después de un buen rato, cuando por fín conseguí salir de esos baños inundados de lo que espero que sólo fuera agua, me encuentro con Sara desesperada buscándome por la estación con el autobús habiendo avanzado ya unos cuantos metros y dispuesto a dejarme en tierra! Por suerte fueron más razonables (poco más) que los tanzanos y no hubo que montar ningún espectáculo a la carrera...
Ya en Dehli confirmamos otra de las cualidades de muchos indios, que no es otra que querer engañarte continuamente y por cualquier cosa. Intentábamos comprar un billete de tren para Haridwar cuando se nos acercaban varias personas que aparentemente trabajaban en la estación,  preguntando que a dónde íbamos. Todos nos decían que la oficina de venta estaba cerrada y que no había trenes ese día,  y que teníamos que ir al centro de la ciudad a la "oficina de turismo" y comprarlos allí. Dicha oficina no es otra cosa que una agencia de viajes de la que seguramente reciben una comisión. Actúan como una mafia organizada y tienen perfectamente aprendido el guión que tienen que contar a los turistas. Por suerte nos habíamos informado antes de esa situación así que, poniéndonos serios y dando un puñetazo sobre la mesa, conseguimos llegar a la oficina de turismo de la estación que, por supuesto, estaba abierta, aunque bastante escondida en la otra punta de la gigantesca estación de trenes, pudiendo comprar nuestro deseado billete.
El resto del día lo pasamos disfrutando del ajetreo de los bazares de Dehli, llenos de tiendas, colores y olores, viendo a la gente ir de un lado a otro con una actividad frenética.



A la mañana siguiente partimos en tren hacia Haridwar y después en bus hasta Risikesh, un pequeño pueblo relativamente tranquilo entre montañas y a orillas del río Ganges, meca del yoga y meditación entre los guiris, famoso porque aquí estuvieron una temporada los Beatles hasta que fueron claudicando poco a poco hartos de su maestro yogui...
El pueblo es realmente bonito, con multitud de templos y dos puentes colgantes que unen las poblaciones de ambas riveras por los que cruzan cientos de personas, motos, vacas y monos, todos a la vez...










Por las tardes se realizan los aartis, ceremonias en los gaths, con rezos, rituales con fuego y ofrendas florales en el río. Algo muy especial.



Nos dedicamos básicamente a recorrer las calles para arriba y abajo, y a cruzar los puentes de un lado a otro disfrutando del espectáculo que es observar a la gente, a tomar lassis en terracitas a orillas del Ganges y a iniciarnos en el mundo del yoga....
Una y no más!  Que salí peor de como entré! Y es que estos meses de viaje han conseguido echar por tierra mi forma física,  a parte de que la flexibilidad nunca ha sido mi fuerte. Así que, cuando nuestro "maestro" decía: la pierna izquierda sobre la derecha,  el brazo derecho apuntando a Cuenca, la cabeza vuelta y media en el sentido de las agujas del reloj, esa espalda recta!, inspiracion-espiración, la barbilla alta, esa espalda!, a mi cabeza venían imágenes de toda la gente que habrá sufrido graves lesiones jugando al Enredos....
El único consuelo era comprobar que el resto de mis compiyoguis no lo llevaban mucho mejor. Mal de muchos...
De Risikesh vuelta a Haridwar, ciudad bastante más grande en la que se celebra un aarti con miles de personas a orillas del Ganges y las calles se llenan de gente que abarrota las estrechas calles con sus cientos de pequeñas tiendas en las que se venden todo tipo de artículos. Un espectáculo impresionante que pensamos que sería tan masivo porque era domingo, pero no, al día siguiente se repitió con la misma cantidad de gente. Una locura...








Siguiendo nuestra huida del calor hacia el norte del país llegamos a Shimla, una empinada ciudad en las laderas de las montañas a más  de 2400 metros de altitud que sirvió de escapada veraniega para los británicos en la época colonial. Hoy es frecuentada por indios de clase media-alta, por su buena temperatura en verano y sus calles nevadas en invierno. Aquí ha sido la primera vez que hemos dormido tapados con una manta!!
La ciudad se descuelga por calles casi verticales entrelazadas por pequeñas escalinatas que te llevan de un bazar a otro inundados por multitud de tiendas, con casas de aire colonial y una gran plaza en lo alto desde la que se tienen unas preciosas vistas del valle.





Los laberíntico paseos nos dejaban sin aire y el corazón a mil por hora,  sobre todo cuando decidimos ir a Jakhu Temple, un templo dedicado a Hanuman, el dios con aspecto de mono, ubicado en la colina más alta de la zona.


No se si por respeto o devoción hacia este dios, Shimla está llena de monos, compartiendo el día a día con la gente de una forma muy normal, sólo hay que tener un poco de precaución de no llevar comida a la vista y, en los caminos menos transitados, un palo te puede salvar de un robo a manos de un macaco avispado. En nuestro hotel en lo alto de una colina, incluso abrían la puerta de la habitación para ver si había alguien dentro para poder llevarse algo, o se encaramaban a las rejas de las ventanas por si alargando la mano podían pillar alguna cosa. Muy listos los monetes...


Si algo tienen en común todos estos sitios es que seguimos disfrutando de la comida india, a pesar de que no hemos catado nada de chicha desde que estamos aquí.




Nuestro recorrido por el norte de India nos llevará a través de carreteras serpenteantes que pondrán a prueba la eficacia de la biodramina, pero eso lo dejamos para otra ocasión...

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