Del Dalai a los Sikhs

Y pensábamos que Lesotho tenía muchas curvas!!! Todavía nos faltaba por probar las carreteras de montaña de India, igual de sinuosas y con una pendiente parecida, pero con varios alicientes que no tuvimos en el país africano.

Primero, la propia carretera no tiene nada que ver.  En Lesotho están bastante bien asfaltadas y señalizadas,  mientras que en India es difícil encontrar un kilómetro seguido con todo el asfalto y, por supuesto, aquí se ahorran la pintura blanca de las líneas.
Segundo, los vehículos. Los autobuses locales indios son una chatarra a la que le han metido un motor de tractor y le han clavado a martillazos unas maderas a modo de salpicadero, en los que es más fácil pillarse el tétanos que en las bodegas infectas en las que jugábamos de pequeños en Combarro.
Tercero, los conductores. Cuando te sacas el carnet de conductor de autobús en India creo que primero comprueban que tengas espasmos en la pierna derecha para alternar eficazmente frenazos con acelerones, y te pegan con Loctite un dedo al claxon para no pasar ni cinco segundos sin un buen pitido. Por no hablar de que no han de tener ningún respeto por la vida (ni propia ni ajena) ni sentido del peligro,  comportándose como auténticos sociópatas perfectamente sacados del José Germain...
Cuarto, los que vienen de frente. Eso son los peores! Claro, que lo mismo pensarán ellos de los que se encuentren en el camino. Hay una máxima en las carreteras indias que dice: si puedes meter el morro, hazlo antes que el otro aunque eso suponga formar un tapón en la carretera, y nunca retrocedas. El resultado es una lucha de poder que suele terminar con alguien cediendo y dando marcha atrás unos cientos de metros con un barranco a escasos centímetros o incluso con media rueda colgando...
Quinto, los que esperan en el camino. El concepto parada de autobús todavía no se ha desarrollado del todo, por lo que es normal que la gente se vaya subiendo y bajando donde le venga bien,  aunque el bus ya haya parado cincuenta metros antes.
Sexto, los pasajeros. Mira que Sara se marea, pero lo de los indios no tiene explicación.  A los diez minutos de curvas ya se empiezan a oír las primeras arcadas, a la media hora alguno llama al que cobra para que le pase más bolsas de papel, a la hora ya se han agotado las bolsas y hay que hacer una parada para tirarlas, reponer más y seguir vomitando en el arcén,  y así sucesivamente hasta que se acaba el trayecto.
Así que entre unas cosas y otras resulta muy entendible que aquí las distancias se hagan enormes, pudiendo recorrer 150 km en seis horas tranquilamente.
Por lo menos los paisajes son bonitos...
Y así salimos de Shimla hacia Mandi, más al norte todavía. Mandi no es una ciudad realmente turística, de hecho no vimos a ningún guiri más,  pero es un buen punto intermedio en ruta hacia Daramsala para descansar de tanto autobús. Aun así la disfrutamos, viendo cómo la gente pasa la tarde del viernes en un parque hablando o jugando al cricket,  paseando por el bazar, viendo algunos templos o el puente victoriano que cruza el río Beas.



La gente se extrañaba de vernos por allí,  se nos acercaban a hablar un rato e incluso un buen señor de un puesto nos invitó a tomar un té con pastas en su humilde tienda. Una gente realmente maja!
Al día siguiente fuimos al lago Rewalsar a escasos veinte kilómetros de Mandi, es decir,  a una hora en bus. Un pequeño lago rodeado por multitud de templos hindúes,  budistas y sikhs, con un ambiente muy relajado y acogedor en medio de las montañas. Precioso.





Vuelta a Mandi y de allí otros dos buses infernales hasta Daramsala, manteniendo la media de 25 km por hora y echando todo el día. Y de Daramsala un taxi hasta nuestro destino final! McLeodganj! Un pequeño pueblecito en las faldas del Himalaya famoso porque aquí está asentado el gobierno en el exilio de Tibet y es el hogar del Dalai Lama, por lo que el ambiente es muy diferente al resto de lo que hemos visto de India, más parecido a los pueblos que visitamos en Nepal cerca del macizo del Annapurna.




La historia de Tibet es una historia complicada y triste, como lo son todas las historias de invasiones, guerras, ocupaciones y refugiados que, por desgracia, con tanta frecuencia vemos últimamente.
Para los que queráis saber más os dejo el mejor documento que se ha hecho sobre este conflicto. No me refiero a Wikipedia ni a ningún manifiesto de Naciones Unidas. Mucho más fiable y con mejor ritmillo: un great hit de un gran grupo patrio famoso por sus rimas super curradas (Ay, dalai...)


Política aparte, en McLeodganj se está realmente a gusto. Fresquito de las montañas, buena comida tibetana, gente muy amable, mucho templo budista, poca vaca y menos suciedad de lo normal. No es de extrañar que nos atrapara durante una semana!!!
Desde nuestro hotelillo con vistas al valle desayunábamos mientras decidíamos si hacíamos una caminata a la montaña, o visitábamos la residencia del Dalai, o paseábamos  tranquilamente por sus calles o simplemente nos relajábamos tostándonos al sol montañés...














Y es que no hay nada mejor cuando se viaja que encontrar ese sitio en el que pararte unos días y retomar una pequeña rutina para recargar energías y lanzarte de nuevo al camino...
Después de casi dos semanas de montaña nos decidimos por tirar un poco hacia el oeste, a Amritsar, hogar de los Sikhs, indios muy característicos físicamente porque llevan turbante, grandes mostachos y largas barbas. Y es que el buen Sikh no se corta ni un solo pelo de su cuerpo en toda su vida!!



Lo bueno de dejar la montaña es que se acabaron las carreteras de la muerte.  Lo malo es que, al llegar nuevamente al llano, el calor vuelve a apretar. Ya no estábamos acostumbrados!!!! De dormir arropados con la mantita a estar a 45 grados a medio día debe haber algún punto intermedio que nos hemos saltado por el camino...
Por suerte dimos con un hotelillo con aire acondicionado que nos hizo más llevadera la estancia.
Amritsar es una cuidad grande del norte de India, cerca de la frontera con Pakistán, aunque la zona realmente interesante desde el punto de vista turístico es pequeña, con unas anchas calles peatonales (sí! India y peatonal en una misma frase!!) llenas de gente local, mucho ambiente festivo con puestos de helados, de comida y tiendecitas, todo cerca de una gran plaza que da entrada al principal atractivo de la ciudad: El templo dorado, un enorme complejo blanco con aires al Taj Mahal y un gran estanque central en cuyo interior está el templo dorado propiamente dicho. Mejor ver las fotos porque explicarlo es difícil.








La gente (casi toda) es realmente agradable y amable, y las veces que preguntamos a varios policías no sólo nos daban indicaciones, sino que nos acompañaron hasta nuestro destino. No me imagino a un munilla haciendo eso...



Entre paseos y fotos por el templo, una voz en español nos llama en la cola para entrar a la sala principal: "Habláis español?". Nos giramos y ahí estaba Sony, un indio de punta en blanco que muy amablemente entabló conversación con nosotros. Resulta que él es de un pueblo cerca de Amritsar, pero lleva más de diez años trabajando en España, y ahora vive en Torre Pacheco!! Así que creo que no puede haber nada más gracioso que un indio hablando en español con acento murciano...
Nos presentó a su mujer, a la hermana de su mujer y a su cuñado, y nos dio una vuelta por el templo explicándonos cosas muy interesantes de la historia y las tradiciones de la zona. Nos llevó a comer a los comedores del templo donde, como es habitual en los templos Sikh, sirven comida gratis para todo el que lo necesite o quiera.


No conforme con eso,  nos hizo un pequeño  tour por el centro de la ciudad, para acabar cogiendo el coche ya anocheciendo para invitarnos a cenar un pollo tandoori que estaba tremendo!!!



Pero su amabilidad y generosidad no acabó allí! Nos insistió varias veces que si queríamos ir a conocer su pueblo que él estaría encantado,  que era básico pero acogedor, en el campo. Un tipo muy muy majo!!!!
Por desgracia,  por problemas de agenda no pudimos ir a visitarle, pero seguro que cuando volvamos a España nos escaparemos a Santiago de la Ribera y nos acercaremos a saludarle e intentar devolverle un poco de la enorme hospitalidad con la que nos agasajó!!
Como decía,  Amritsar está cerca de la frontera con Pakistán,  y uno de las grandes atracciones es ir a ver el cambio de guardia y la bajada de la bandera, que ondea desde el amanecer hasta el anochecer. Para ello los indios han montado una parafernalia y una infraestructura digna de ver, con un anfiteatro y unas gradas que se llenan cada tarde con más de 5000 personas exaltadísimas jaleadas por un speaker al más puro estilo Miki Nadal en el Bernabéu mientras los militares realizan su desfile con cara de mala leche enfilando el punto fronterizo donde al otro lado esperan los militares pakistaníes con la misma cara de pocos amigos,  haciendo aspavientos desafiantes mientras el griterío ensordecedor de los indios se come con patatas los tímidos aplausos de unos cincuenta seguidores pakis. Victoria aplastante. Aunque sólo sea moral.



Durante los días en Amritsar el calor empezaba a ser inaguantable, así que decidimos ir poniendo rumbo al este en autobús nocturno, no sin antes sufrir el enésimo intento de estafa por parte de los indios con el billete de bus. Y ya van....
Hasta yo tengo un límite de paciencia, y estos están empezando a agotarla....

Comentarios

Galaitor ha dicho que…
Genial chicos!! Me encanta la foto de Sara meditando en lo alto de las montañas!! Fuerte abrazo!! ahhhh!! Y gracias!! Sois geniales!! ;-)