¡Qué temperatura tan Agra dable!

"Ir a India y no viajar en tren, es como no haber estado en India"
"Todo buen viaje a India tiene que incluir un trayecto en tren"
"Viajar en tren en India es un viaje en sí mismo"
Estos son algunos de los "pensamientos" que modernos y molones viajeros cuelgan en sus muros y sus instagrams sentando cátedra sobre lo que es viajar "de verdad", escritos seguramente desde la comodidad de su compartimento para cuatro, con aire acondicionado y baño privado, alardeando de lo auténtico que es viajar como un verdadero local.

Pues para eso móntate en un vagón sin ventilador si quiera, donde en un asiento para tres se meten seis, el suelo y los pasillos se abarrotan de gente, incluso en los escalones de las puertas o colgando de los asideros exteriores y, si es necesario,  hasta van montados en el techo. Haz largas colas en las taquillas y prepárate para sufrir y dar empujones a diestro y siniestro para conseguir un pequeño hueco donde tu bebé de unos meses no muera asfixiado... Ah, y por supuesto, prepárate para compartir un baño (agujero en el suelo) con todos ellos.


Y es que está muy bien eso de ir a lugares "auténticos" o recorrer un país "como los locales". Y qué pensará un sueco al venir a España?: "Yo quiero ver a los españoles auténticos, esos de boina y entrecejo, y recorrer el pueblo con ellos montado a lomos de un burro"...
Supongo que se sentirá estafado al ver que tenemos nevera e internet...
Me temo que a muchos indios no les importaría no ser tan "auténticos" si pudieran coger un avión de vez en cuando para evitarse treinta horas hacinados en un transporte "local".
Todo esto no quita que el tren sea un gran medio de transporte en India, porque conecta una inmensidad de destinos y porque es barato. A esto se añade que, en los últimos ocho o diez años, unido al desarrollo económico del país, una cantidad ingente de indios se ha lanzado a viajar en tren y si le sumas que estamos en las vacaciones de verano, el resultado es que es más difícil encontrar un asiento en un tren que una calle sin una mierda de vaca.
Aún así algún trayecto de pocas horas pudimos hacer, gracias a que suele haber una pequeña cuota para turistas. El resto, los consabidos autobuses matadores.
Dentro de las varias clases de vagones que hay,  aquellas sin aire acondicionado (a 45 grados!),  con asientos tirando a duros y con baño comunal son las más populares, y alguna de estas tuvimos que coger pero, eso sí,  al baño ni acercarse!!
Y es que, a pesar de que hayan pasado casi quince años, todavía está clara en mi memoria la experiencia de un buen amigo cargado con dos mochilas, él solo, con una diarrea con productos patológicos con consulta online, teniendo que ir al baño cada cinco minutos, un baño de esos de agujero en el suelo, poniendo a prueba sus cuádriceps y su puntería.... Todo un espectáculo!
Y, como otro buen amigo dijo (en realidad es el mismo), viajar en tren en India es una experiencia que no tiene desperdicio: lo tiran todo por la ventana.
Pero todo, todo. Desde pequeños papeles hasta botellas de agua. Sin miramientos, sin disimulo. Para ellos es lo normal, no se les pasa por la cabeza que estén haciendo algo perjudicial para el medioambiente ni para ellos mismos,  que es mejor un país limpio que uno asqueroso, y que esa basura se va a quedar ahí,  que no la va a recoger nadie.
Una situación en la que es imposible ver la luz al final del túnel si no es con educación. Resultado: la porquería envuelve el día a día de los indios sin que aparentemente les importe.
Y en tren llegamos a Agra, después de un autobús nocturno desde Amritsar a Dehli y recorrernos dos estaciones de autobuses y tres de tren para conseguir el billete a la ciudad famosa por albergar una de las siete maravillas del mundo moderno.
Agra nos recibió igual que Amritsar,  con 45 grados y un sol abrasador.
Nuestro objetivo era claro: visitar el Taj Mahal y continuar cuanto antes nuestro camino hacia el este.
Del Taj Mahal poco hay que decir. Que es lo que parece: una auténtica maravilla.
La primera visión que tuvimos fue desde la terraza de un restaurante al anochecer, algo mágico. Ya al día siguiente nos pegamos un buen madrugón para evitar el calor y las aglomeraciones, y poder disfrutarlo durante toda la mañana. De lejos, de cerca, de un lado,  del otro... Os podéis imaginar la cantidad de fotos que sacamos. Aún así,  ninguna hace justicia a lo que se siente al verlo en persona.






El resto del tiempo en Agra lo pasamos evitando el sol como vampiros, bebiendo litros y litros de agua, visitando el fuerte y poco más,  ya que poco más hay que hacer por allí.





Así que, llegado el momento, cogimos otro bus nocturno más al este, comenzando la cuenta atrás de los días que nos quedan en India...

Comentarios

febacoll ha dicho que…
Las fotos espectaculares, verdaderamente da envidia, pero lo del tren ya nos gusta menos, ni me imagino los olores y los colores, pero bueno, todo se da por bien empleado si luego se llega a esos lugares tan maravillosos. Seguid pasándolo tan fenomenal como hasta ahora.